INTRODUCCION
TEMATICA
La prehistoria se pude decir
que se deriva de la historia esto es la época en que los primeros seres humanos
comenzaron la fase más reciente de su evolución, hace unos dos millones de
años.
Se caracteriza por el empleo
de huesos y cantos rodados como útiles y armas elementales, luego al pasar el
tiempo llega la época paleolítica los hacían de piedra tallada y pulida en la
neolítica.
Al inicio de la edad de los
metales, fueron hechos de hierro y cobre. Su fin quedo marcado por el comienzo
o el invento de la escritura estos hechos fueron en fechas diferentes a cada
cultura.
Y todo esto se puede decir
que es la ciencia que estudia, la historia hoy en día por esta razón es
importante señalar que sin todo esto no podríamos definir algunas cosas que hoy
sabemos en qué época sucedieron incluso como ocurrieron todos estos
acontecimientos.
Pero también en la
prehistoria la arqueología fue importante, la ciencia la cual estudia parte de esta dividuo a todo
esto la arqueología y la prehistoria eran o se confundían una de otras.
Gracias a esto podemos
darnos cuenta de acontecimientos incluso lenguajes encontrados que nuestros
antepasados dejaron y podemos darnos
cuenta de su significado.
DESARROLLO
Prehistoria
La Prehistoria es, según la definición
clásica, el período de tiempo transcurrido desde la aparición de los primeros homónimos,
antecesores del Homo sapiens sapiens, hasta la
invención de la escritura, hace más
de 5000 años (aproximadamente en el 3300 a. C.). Según
otros autores, la Prehistoria terminaría antes, con la aparición de las sociedades complejas que dieron lugar
a las primeras civilizaciones y estados.
Es importante señalar que
según las nuevas interpretaciones de la ciencia histórica, la prehistoria es un
término carente de real significancia en el sentido que fue entendido por
generaciones. Si se considera a la Historia, tomando la
definición de Marc
Bloc, como el «acontecer humano en el tiempo», todo es Historia existiendo
el ser humano, y la Prehistoria podría, forzadamente, solo entenderse como el
estudio de la vida antes de la aparición del primer homínido en la tierra.
Desde el punto de vista cronológico, sus límites están lejos de ser claros,
pues ni la aparición del ser humano ni la invención de la escritura tienen
lugar al mismo tiempo en todas las zonas del planeta.
Por otra parte, hay quienes
defienden una definición de esta fase o, al menos, su separación de la Historia Antigua, en virtud
de criterios económicos y sociales en lugar de cronológicos, pues éstos son más
particularizado res (es decir, más ideográficos) y aquellos, más
generalizadores y por tanto, más susceptibles de proporcionar una visión
científica.
En ese sentido, el fin de la
Prehistoria y el inicio de la Historia lo marcaría una estructuración creciente
de la sociedad que provocaría una modificación sustancial del hábitat, su
aglomeración en ciudades, una
socialización avanzada, su jerarquización, la aparición de estructuras
administrativas, de la moneda y el
incremento de los intercambios comerciales de larga distancia. Así, no sería
muy correcto estudiar dentro del ámbito de la Prehistoria sociedades de
carácter totalmente urbano como los incas o mexicas en América,
los gana o zimbabue en África y
los jemer en el
sudeste asiático, que solamente son identificados con este período por la
ausencia de textos escritos que de ellos tenemos
(los mayas han entrado
hace muy poco plenamente en la Historia al haberse descifrado sus glifos, que tienen
valor fonético, por lo que forman un verdadero lenguaje
Prehistoria,
Historia y Arqueología
Desde el punto de vista más
tradicional, se considera que la Prehistoria es una especialidad científica que
estudia, por medio de la excavación, los datos de este periodo de la Historia
que ha precedido a la invención de la escritura y en el que los restos
arqueológicos son nuestra principal fuente de información. El resto viene de
disciplinas auxiliares como la etnografía, la Paleo antropología, la física nuclear (para
efectuar dataciones absolutas), el análisis por espectrómetro de masas de
componentes líticos, cerámicos o metálicos, la geomorfología, la edafología, la taxonomía, la traza logia (para las
huellas de uso), la paleontología, la paleobotánica, la estadística no paramétrica, la topografía y el dibujo técnico, entre
otras muchas ciencias y técnicas. De manera que hay un gran número de personas
que consideran a la Prehistoria como una especialidad dentro de la Historia,
pero mucho más tecnificada y pluridisciplinaria.
La metodología de base para la
obtención de datos en la Prehistoria es, obviamente, la Arqueología, por lo que
hasta hace muy poco Prehistoria y Arqueología eran confundidas constantemente.
En los ámbitos académicos de la Europa continental la
Prehistoria es una especialidad de la Historia, siendo habitual que haya
departamentos de Prehistoria dentro de las facultades de Historia y también es
normal que la financiación de las investigaciones corra a cargo de
instituciones de orientación humanística o la propia administración estatal. En
cambio, en América y las Islas Británicas la Prehistoria está siendo supeditada
a la Arqueología (Arqueología procesual), la cual,
a su vez, suele verse como una especialidad de la Antropología, cuyo
alcance, en cualquier caso, no se limita a las fases preliterarias de la
Historia, sino a cualquier periodo pretérito, aunque sea muy reciente. Además,
la organización de los departamentos de Arqueología anglosajones suele ser
diferente al asociarse a menudo a las Ciencias Naturales, incluyendo
laboratorios propios y sistemas de financiación ligados a organismos enfocados
a tales ciencias (en Estados Unidos, por ejemplo, la NationalScienceFoundation y en Gran
Bretaña el Natural EnvironmentResearch
Council) o fundaciones más relacionadas con el sector privado.
Los últimos estadios de la Prehistoria, la Protohistoria,
englobarían, según algunas interpretaciones, los periodos sin escritura de ciertas
culturas contemporáneas de los pueblos
históricos, cuyos textos nos dan una información adicional sobre estos grupos
ágrafos, y según otras, aquellas sociedades en proceso de formación de un
estado, pero que no tienen escritura. Estas definiciones son bastante
limitadas, siendo la primera escasamente útil fuera del ámbito europeo. Así,
debido a la complejidad del concepto, éste es poco usado y las culturas protohistóricas
suelen incluirse tanto en el estudio de la Prehistoria como en los primeros
momentos de la Historia antigua.
Prehistoria en África
África es la cuna de la
humanidad y es en la actualidad el continente en el que más poblaciones siguen
utilizando tecnologías prehistóricas. Resulta fácil concluir que la prehistoria
de África es la más larga y compleja de todo el globo. Pero esto no siempre fue
visto así, ya que durante el siglo XIX y hasta mediados del XX se adjudicaba a Asia nuestro
origen. Esta teoría era la consecuencia de que los fósiles de homininos más antiguos con los que se
contaba entonces procedían de allí: el Hombre de Java y el de Pekín. Tal visión cambió
radicalmente con los trabajos realizados en el África austral y oriental, y
publicados a partir de los años cincuenta del siglo XX, que remontaron la
antigüedad de los fósiles africanos (de Australopithecus y Homo) a cuatro
millones de años atrás.
África subsahariana
En el África subsahariana
nacieron y evolucionaron buena parte de las especies de homininos antepasados
nuestros. De allí salió Homo ergaster para
colonizar Asia y Europa, Homo antecessor hacia la
Península ibérica y, finalmente, Homo sapiens para
dominar todo el mundo.
Posteriormente, el corazón del continente vio como florecieron importantes
culturas que fueron decayendo, unas por su propia dinámica interna y, otras por
la continua sangría provocada por la explotación colonial y/o esclavista
iniciada en tiempos de los cartagineses, y
perpetuada por los romanos, los árabes y los
europeos (estos últimos a partir de la Edad Moderna).
Paleolítico del África
subsahariana
En África subsahariana para el Paleolítico suele
utilizarse la periodización anglosajona, aunque ésta obvia toda la fase de
desarrollo correspondiente al género Australopithecus:
ESA (Early Stone Age o Edad de la Piedra temprana) se refiere
al periodo comprendido desde la aparición del primer miembro del género Homo, hace más
de dos millones y medio de años, hasta hace unos 200 000. Se divide en dos
etapas: olduvayense y achelense.
La industria olduvayense es la más antigua del mundo. Aunque recibe su nombre
del yacimiento epónimo de Olduvai, en Tanzania, los
hallazgos más antiguos aparecen más al norte, en Etiopía,
concretamente en la cuenca del río Omo, donde la investigadora francesa Hélène
Roche ha datado herramientas talladas en el arroyo de KadaGona (Afar), por medio
del potasio-argón, en 2,6 millones de años de antigüedad. La olduvayense es una
industria compuesta, fundamentalmente, por cantos tallados y lascas. Se
atribuye normalmente al Homo
habilis o al Homo rudolfensis, aunque
según ciertos investigadores las especies más inteligentes de Australopithecus (por ejemplo el Australopithecusgarhi) también
pudieron elaborar herramientas, lo cual plantea numerosas controversias.
La industria achelense apareció hace 1,5 millones de años, al parecer ligada a
una nueva especie humana, probablemente Homo
ergaster, aunque
existe un cierto hiato evolutivo en cuanto a los fósiles de este periodo. El
Achelense africano, sin duda el originario, se caracteriza por el empleo del bifaz, el hendidor, el canto
tallado, la raedera, los denticulados y una serie
de técnicas y métodos de talla relativamente avanzados (método Levallois y sus variantes africanas,
que son muchas más que las europeas).
MSA (Middle Stone Age o Edad de Piedra intermedia), es el
periodo que va desde hace 200 000 años hasta hace 30 000. Se
desarrollaron industrias muy parecidas entre ellas, para las que se han
establecido numerosas variantes regionales basadas, sobre todo, en la
influencia de la materia prima local, que parece condicionar la tecnología y la tipología lítica.
En el África oriental y austral (Pietersburg y Bambata) destaca el
Stillbayense, que se
extiende por el sur de África hasta Rhodesia y la zona
oriental. Se caracteriza por las raederas, las puntas triangulares, las puntas
foliáceas bifaciales y las lascas laminares. Otra industria propia de las
llanuras de Sudáfrica es el Fauresmithiense, que tiene
un fuerte componente Levallois y piezas de tradición achelense (bifaces,
hendidores...), pero de pequeño tamaño. Las industrias de África central son más
arcaicas, como el Sangoense, que parece
un Achelense tardío. Es difícil atribuir grupos humanos a cada una de esas
industrias; quizás las más arcaicas correspondan a Homo
rhodesiensis y las más evolucionadas a los primeros Homo
sapiens (tal vez a Homo sapiens idaltu u otra
subespecie, cuyos restos se documentan en los yacimientos de Border Cave y KlaisiesRiverMouth, Sudáfrica, y en Herto, Etiopía).
LSA (Late Stone Age o Edad de Piedra tardía) es el último
periodo del Paleolítico del África
subsahariana. Las industrias típicas del África oriental son núcleos discoides, piezas foliáceas bifaciales
y microlitos geométricos. En África
central tenemos el Lupembiense, cuyos
artefactos más característicos son unos espesos picos foliáceos finamente
retocados. En el sur de África
encontramos la cultura aparentemente más sofisticada, el Wiltoniense, de
características microlíticas y laminares que fue extendiéndose hacia el norte y
perduró hasta épocas históricas, incorporando numerosas innovaciones (llegando
incluso, a neolitizarse parcialmente). Por último, en el Sahel hay
industrias emparentadas con el periodo anterior y con rasgos protoneolíticos,
como ocurre con el Gumbiense de
Etiopía (un pueblo de pastores nómadas que conocían la cerámica). En muchos de
estos lugares tales tecnologías se mantuvieron sin apenas evolución hasta la expansión
bantú o hasta la colonización europea (por
ejemplo, la cultura
Gwisho).
Edad de los
metales en el África subsahariana
La metalurgia en la
región subsahariana no pasó por las clásicas fases del Viejo Mundo (cobre, bronce e hierro),
apareciendo sólo evidencias de fundición del hierro y en unas fechas muy
tempranas respecto a Europa. Hasta mediados de los años setenta del siglo XX se
relacionaba la expansión lingüística del grupo bantú por África
central y austral (a partir del siglo V a.C. y a costa de, sobre todo, las lenguas joisanas) con la del
metal. Pero los datos arqueológicos posteriores han desmentido este modelo de
tradición colonialista. Así, las dataciones más antiguas relacionadas con
artefactos férreos se sitúan hacia el 1800 a.C. en lo que actualmente es el
desierto de Níger. Sobre el
1300 a.C. para algunos puntos de África oriental, el 900 a.C. en el área del Congo y el 500 a.C. en Zambia y Zimbabue.
El proceso lingüístico bantú está todavía lejos de ser bien
comprendido y los estudiosos sostienen diversas teorías acerca de su génesis y
desarrollo. Puede
que los Nok de Nigeria,
que vivían en los valles de los ríos Níger y Benué, y
eran capaces de fundir y forjar el hierro hace 2500 años estén relacionados con
el origen de los bantúes, aunque no hay pruebas.
A pesar de que la asimilación
del Islam se limitó
al norte de África y la costa del Índico, hubo
numerosos viajeros y misioneros musulmanes que alcanzaron el centro del
continente y, de hecho, la mayoría de los grandes reinos de la zona mantuvieron
fuertes lazos de dependencia con las áreas islámicas. Consecuencias de estas
relaciones fueron la fundación en Tombuctú de la
primera universidad islámica del África subsahariana (en el año 1323) y el
nacimiento del imperio de Mali
en el siglo XIV, del imperio Songhai en los siglos XV y XVI, y el reino Luba (siglo XVI), con
influencias musulmanas y fuertes sincretismos. Por su
parte, el imperio Monomotapa, que floreció entre los
siglos XI y XV, vivía
de los contactos comerciales con los musulmanes y otros pueblos del Índico.
Noroeste de África
El África mediterránea tuvo,
durante la Edad de Piedra, una periodización equivalente a la europea, Paleolítico y Neolítico. Después,
la influencia de la civilización egipcia y la llegada de colonizadores fenicios
aceleraron el ritmo evolutivo respecto a Europa.
Edad de Piedra en el norte de África
El Paleolítico inferior y medio están bien representados
desde fechas muy remotas. Así, hay numerosas evidencias del Olduvayense y del Achelense (más en el
Magreb que en la zona del Nilo), pudiéndose añadir a las industrias líticas
diversos tipos de restos humanos (la mandíbula
de Ternifine, en Argelia, que podría ser atribuida a Homo heidelbergensis o el cráneo
de JebelIrhoud, en
Marruecos, de aspecto neandertaloide). Durante
este periodo existe similitud entre los grupos norteafricanos y los de Europa
occidental.
La cultura
ateriense parece romper esa tendencia y separa la evolución técnico-cultural
(especialmente en la zona del Sáhara) de la de
sus vecinos. Aunque es similar al musteriense en algunas de
sus técnicas líticas, tiene sus propias particularidades que lo diferencian de
aquel, como serían la costumbre de elaborar utensilios pedunculados o una
cronología que no podría ubicarse en las fases de la Prehistoria europea
(48000 a. C.-30000 a. C., aunque haya constancia de su
pervivencia durante al menos diez mil años
La cultura iberomaurisiense es también
exclusiva del norte de África, especialmente de las costas magrebíes. Su prolongada
cronología se solapa con el Ateriense y parece abarcar el equivalente a todo el
Paleolítico superior europeo,
apreciándose en él una clara evolución. Se trata de un complejo cultural con industria ósea bien
desarrollada y una industria lítica a base de hojas. Con el
tiempo tendió a la microlitización, primero
laminar y luego geométrica, atestiguándose un temprano empleo de la técnica del golpe de microburil. En cuanto
a los restos humanos, destacan los de Mechta el-Arbi (Argelia), de tipo cromañoide.
La cultura
capsiense es otro grupo cultural de origen claramente magrebí. Sus comienzos se sitúan hacia
el 8000 a. C., dentro del
Epipaleolítico local.
Destaca por la abundancia de materiales, entre los cuales se encuentran útiles
laminares y microlíticos (los hay foliáceos de bella factura), junto a las
características botellas fabricadas en huevos de avestruz y los abundantes
concheros. La caza, la recolección y el marisqueo debieron ser las fuentes
principales de sustento. Hacia el quinto milenio se
convirtieron en semisedentarios, adoptando la ganadería (complementada con una
agricultura muy rudimentaria) y utilizando la cerámica. Por todo ello, en esta
fase final se habla de un Neolítico de
tradición capsiense.
El Neolítico de la zona del Nilo es particularmente avanzado, con dos
focos principales situados respectivamente en el Delta (Merimdé),
y en el alto
Egipto, (el Badariense). Aunque ambas tienen sus
propias particularidades y diferencias, comparten ciertos rasgos que permiten
sostener que existían relaciones entre ellas. Tenían grandes asentamientos
completamente sedentarios, cuya economía se basaba en la agricultura y la
ganadería. Sus cabañas, hechas con barro, ramas y cañas, contienen hogares,
silos para el grano e incluso inhumaciones en fosa con ajuar. La cerámica es
variada, mostrando modelos monocromos y otros pintados, y el resto de la
cultura material es muy rica: hay cuchillos de sílex con una talla primorosa
(tal vez ceremoniales), paletas de esquisto para la mezcla de pigmentos,
productos para la confección de tejidos, puntas de flecha, ornamentos en
piedras semipreciosas (a menudo importadas), estatuillas de animales y de
personas, y (en la etapa final) piezas de cobre. Estos grupos culturales se
inscriben en el llamado periodo predinástico de Egipto y son
considerados como la etapa previa a la entrada de Egipto en la Historia.
El metal y la entrada en la
Historia del norte de África
El Nilo: La eclosión de la civilización egipcia se inicia
ya en el IV milenio a. C. con el
surgimiento de numerosas ciudades, los primeros jeroglíficos y la
aparición de dos grandes estados (el Alto y el Bajo
Egipto) en el periodo llamado Protodinástico. Estos
estados acabaron siendo unificados por el primer faraón, el rey Narmer,
aproximadamente en el 3150 a. C. De este
modo, la zona oriental de África entra muy tempranamente en la Historia y,
además, se convierte en un foco de irradiación cultural que no sólo afectará al
Mediterráneo, sino también a gran parte del continente africano.
El
Magreb, en cambio es un caso muy diferente.12 Mientras que durante el segundo milenio antes de nuestra era
buena parte del Mediterráneo comenzaba a ser recorrido por navegantes a la
búsqueda de materias primas como el cobre y el oro, el Magreb quedaba al margen
de este flujo de contactos e intercambios económico-culturales. La etnia bereber, de la que
se desconoce su procedencia (aunque los estudiosos creen que su lengua es de
orígenes afroasiáticos), era predominante en la
región. La primera noticia de este grupo humano procede de textos egipcios datados
en el 2300 a. C., donde se
les denomina «téhménow»;
posteriormente los citaron en el año 1227 a. C. cuando
parece que atacaron el Delta, pero esta
vez ya se les denominó «libou»,
es decir, libios. Desde entonces los textos clásicos se refirieron a los
indígenas del Magreb como pueblos líbicos. Sus restos funerarios se componen de
cistas bajo túmulo, dólmenes (mucho más
tardíos que los del occidente europeo) y, en los momentos finales, unos
pequeños hipogeos llamados «haouanets» (por ejemplo, los de Debbabsa, en Túnez).
Desde finales del segundo milenio a.C. se cree que
los fenicios
frecuentaban las costas del Magreb, fundando las primeras factorías en torno al
1100 a. C. Éstas
fueron Útica (cerca de Bizerta) y Oea (en los
alrededores de Trípoli), aunque la
más importante fue, sin duda, Cartago, en el 814 a. C. La
influencia ejercida por los cartagineses se plasmó
en la aparición, a partir del siglo V a. C., de las primeras
monarquías indígenas
en la propia Cirenaica (los
colonos griegos hablan del rey Battus, fundador
de la dinastía de los Batíadas),
en Ghana y en Numidia (donde uno
de sus reyes, Masinisa, se hizo
legendario por sus cambios de bando en la Tercera Guerra Púnica). Asimismo, los púnicos introdujeron
también mejoras agropecuarias, el hierro, el torno de alfarero, la
acuñación de moneda y,
finalmente, propiciaron la invención de un tipo propio de escritura: el «alfabeto líbico» o tifinagh, que, ha
sobrevivido hasta la actualidad entre ciertas tribus de tuaregs.
Prehistoria
en Oriente Próximo
En nuestro ámbito se suelen
usar indistintamente las expresiones "Oriente Medio" y "Oriente
Próximo" para designar a la región del Oriente más próxima
a Europa, que es sinónimo de Asia
sudoccidental. En cualquier caso, desde el punto de vista histórico, el Oriente
próximo es lo que se denomina una zona
nuclear, la cual irradió continuas innovaciones y cambios que influyeron
decisivamente en el desarrollo tecnológico y social de toda Eurasia.
El Paleolítico en Oriente
Próximo
Paleolítico
inferior: la presencia del ser humano en la zona está documentada en Dmanisi (Georgia), con la
aparición de unos restos denominados Homo georgicus,
relacionados con Homo erectus y
Homo ergaster. Datados en
1.850.000-1.600.000 años de antigüedad, aparecieron acompañados de una cultura
material muy tosca, de tradición olduvayense.
Los primeros bifaces se encontraron en Ubeidiya (Israel), junto a
restos humanos muy antiguos. El Achelense típico de
la zona comprendería desde hace algo más de 800.000 años hasta unos 150.000
años atrás.
Paleolítico
medio: es muy similar al de toda la cuenca mediterránea, ocupada en
aquella época por los neandertales, de tradición musteriense. El
yacimiento de Mugharet et-Tabun
(Israel), ofrece una secuencia casi completa de este período: las industrias
más antiguas son del Achelense
final, seguidas de niveles con típicas industrias musterienses y, ya en
los superiores, piezas laminares auriñacienses.
Los fósiles humanos conocidos en la base de la
secuencia temporal poseen rasgos casi idénticos a los primeros Homo sapiens que
aparecen en la MSA africana, con
una antigüedad probada entre 100.000 y 90.000 años. En cambio, los
«Neandertales clásicos» son, cronológicamente posteriores, datados a partir de
60.000 años. Todo parece indicar que los seres humanos modernos llegaron a
Oriente Medio desde África antes de que los neandertales llegasen desde Europa,
y que se encontraron allí, donde, posiblemente, convivieron durante miles de
años.
Paleolítico
superior: parecen diferenciarse dos complejos tecnológico/estilísticos
paralelos, ambos con microlitos. Por un
lado, estaría el Ahmariense, que
se caracteriza por una tecnología laminar formada por piezas de dorso y cuchillos,
aunque el fósil director es la punta de base retocada o punta de El-Wad. Por otro, distinguiríamos el Auriñaciense levantino, procedente de
Europa oriental y que se caracteriza por grandes lascas y gruesas hojas que
servirían de soporte para raspadores, buriles y hojas con retoque escamoso;
destacarían además las hojitas de
Dufour y la industria ósea.
El Mesolítico en Oriente Próximo
Comenzó al finalizar la última
glaciación. La caza y
la recolección siguieron siendo básicas para la supervivencia
humana (se inventaron el arco y las flechas), pero, en algunas regiones, los
nómadas se fueron transformando en semisedentarios, la caza se especializó en
unas pocas especies, intensificándose, y la recolección se convirtió en forrajeo
organizado. Así surgieron los grupos mesolíticos más
significativos de la región: los natufienses, que vivían
en pequeños poblados, asociados a silos, y poseían
diversas herramientas para cosechar y elaborar cereales panificables.
El Neolítico en Oriente
Próximo
Datado hacia el 8000 a. C. en la
región denominada Creciente Fértil,
es decir, Mesopotamia (hoy en día
Irak) y Canaán
(actualmente Siria, Israel y Palestina). Allí se domesticaron
algunas de las especies de animales básicas para dar lugar a los inicios de la ganadería y se
comenzaron a cultivar ciertas plantas sin las cuales no entenderíamos la agricultura. Además:
Se modificaron algunas
herramientas, como las hachas pulimentadas.
Se fundaron los primeros
poblados estables (sedentarización).
Por primera vez se produjeron
alimentos y otros productos en mayor cantidad de la necesaria, creando excedentes.
Se produjo un fuerte aumento demográfico que hizo que
alguna aldea se convirtiera en proto-ciudad: Jericó (Cisjordania).
Edad de los
Metales en Oriente Próximo
Aunque en el Próximo Oriente
el desarrollo de la metalurgia del bronce coincidió
con la aparición de documentos escritos y el nacimiento de las primeras
civilizaciones (dejando sin sentido que tratemos la Edad de los Metales como una
etapa prehistórica global), la fase calcolítica
sigue siendo todavía prehistórica.
Edad del Cobre en Oriente
Próximo
El Calcolítico o Eneolítico
es la Edad
del Cobre (en griego cobre se dice Χαλκός = «kalkós»). El cobre comenzó a
ser utilizado durante el Neolítico en forma de objetos martillados a partir de
pepitas de metal nativo. Las primeras evidencias corresponden a la cueva de Shanidar (montes Zagros, Irak),
donde se hallaron colgantes hechos con cuentas de cobre en niveles
correspondientes al 9500 a.C., o sea, del Neolítico inicial. Empezó a ser fundido en el
sur de Anatolia y el Kurdistán durante el
VI milenio a. C. para realizar punzones, agujas y adornos, mientras se seguían
utilizando las mismas herramientas líticas (o de otros materiales) del
Neolítico, ya que los artefactos metálicos eran menos eficaces que los de sílex
u obsidiana.
En Mesopotamia la metalurgia
del cobre (y del plomo) aparece en los complejos culturales de Samarra (Irak) y Tell-Halaf (Siria),
hacia mediados del VI milenio a.C. En ambos se había empezado a practicar la
agricultura de regadío y se elaboraron cerámicas hechas a mano de alta calidad.
Los grupos halafienses construyeron santuarios, realizaron pequeñas esculturas
y utilizaban sellos. En el sur mesopotámico destacan el yacimiento de Eridu, donde se
construyó un templo de pequeño tamaño, y El Obeid, que nos ha legado cerámica
hecha a torno, armas y adornos de metal, así como templos monumentales que
anticipaban los posteriores zigurat.
Desde el 5000 a.C. en Ugarit (Siria) y
desde el 4500 en Palestina y Biblos (Líbano)
comenzaron a manufacturarse pequeñas cantidades de objetos metálicos que en el
caso de Biblos no sólo fueron de cobre sino también de oro y plata.
A pesar de que los fósiles directores de esta
fase son los objetos de cobre fundido, la metalurgia no es la principal
innovación asociada con este período. Complejos procesos como la
intensificación de la producción, la especialización artesanal o la
estratificación social provocaron una serie de fenómenos que desembocaron en la
aparición de las primeras sociedades
complejas o pre-estatales,
que se transformaron durante el Bronce antiguo en estados.
.
Prehistoria
en América
La teoría más aceptada es que
el poblamiento humano de América se produjo desde Siberia a través
del estrecho de Bering. Algunos
datos apuntan a un poblamiento muy temprano, al menos
desde hace unos 50.000 años. Otros creen, en cambio, que sólo hay pruebas para
afirmar que los seres humanos llegaron hace unos 14.000 años o poco más.
En cualquier caso, el aislamiento de América respecto a otros continentes fue
casi absoluto (aunque se sabe que hubo varias migraciones a lo largo de la
Prehistoria), lo que justifica que no se emplee la periodización tradicional,
sino otra específica adecuada a la realidad arqueológica de este continente. En
1958, los
arqueólogos Gordon Willey y Philip Phillips propusieron las
siguientes etapas:
Periodo Lítico o Paleoindio
Podría equipararse al Paleolítico Superior europeo,
comprende desde la llegada de los primeros americanos (con una fecha variable,
según el paradigma teórico defendido) hasta el comienzo del Holoceno. Dentro de
este periodo hay dos fases:
Fase
de cazadores-recolectores indiferenciados:
caracterizado por una industria lítica arcaizante (cantos tallados,
lascas musteroides, bifaces...); los restos son muy escasos pero pueden ponerse
ejemplos datados por encima de los 30 000 años de antigüedad en todo el
continente, desde Topper (en Estados Unidos) hasta PedraFurada (en Brasil), pasando
por Tlapacoya (en México)
o Monte Verde II (en Chile).
Fase
de las Puntas de proyectil: Estaríamos
ante una cultura de tecnología lítica muy avanzada y con una economía basada en
la caza de piezas de mediano y gran tamaño. Aparece hace unos 13 000 años
y se caracteriza por diversos tipos de puntas de lanza foliáceas finamente
elaboradas, las más famosas son las de la cultura Clovis (Nuevo México), aunque,
por supuesto, hay muchas más. A destacar, por situación geográfica, la Cueva Fell (en Tierra del Fuego, Chile), cuyas
puntas, llamadas de «cola de pescado»,
se datan en el 7000 a. C.
Arcaico Temprano
Hacia el VIII milenio a. C., a finales
de la última glaciación, los antiguos americanos comienzan a experimentar con
el cultivo de plantas y la cría de animales, iniciando un largo proceso hacia
las primeras poblaciones sedentarias. Esta transición fue más en el centro-
noroeste del Perú y en el sur
de México (las dos zonas nucleares fundamentales de América). También
aparecen los primeros poblados estables y numerosas culturas que viven de la
explotación intensiva de recursos oceánicos, cuyos restos más típicos son los
concheros, grandes montones de desperdicios de conchas de moluscos.
Progresivamente, las comunidades van dependiendo más y más del producto de la
agricultura, la ganadería y de la pesca.
Arcaico Tardío
La sedentarización se sigue de
un proceso de jerarquización de las comunidades, apareciendo hacia el IV milenio a. C. las
primeras jefaturas extra-familiares que se van consolidando lentamente en
autoridades políticas permanentes
de pueblos que forman grandes rutas de intercambio económico por medio del
conocimiento de la astronomía y los ciclos agrícolas.
Periodo Formativo.
Sería el equivalente a la Protohistoria europea,
pero más dilatada; inmediatamente después de esta fase aparecen las primeras
formas de escritura y las grandes civilizaciones clásicas como la de los Mayas o los Moche.
Evidentemente, destaca por novedades como la agricultura, la ganadería, la
cerámica... Entre los 4000 a. C. y el
comienzo de nuestra era. También se produce la aparición de las primeras
sociedades jerarquizadas con formas de gobierno relativamente complejas; de
hecho, hay grandes civilizaciones como la de los Olmecas en Mesoamérica y la Cultura
Chavín en Sudamérica, que llegan
a dominar extensos territorios y a construir importantes centros urbanos en
torno a santuarios dedicados al Dios Jaguar. Otras culturas reseñables son las
de los Anasazi y sus
similares (Arizona), así como
los constructores de Montículos
de Norteamérica.
El umbral de la historia americana
En América, la utilización de cobre nativo se remonta hacia el 900 a. C.; poco
después comienza una metalurgia auténtica, basada en cobre y, sobre
todo, oro y plata. El bronce no aparece
hasta poco antes del año 900. El hierro no se conoció hasta la llegada
de los europeos. Arriba se explica que durante las fases finales de los
olmecas, al comenzar nuestra era, nació la escritura en Mesoamérica:
estaríamos, pues, entrando ya en la Historia. Esto se corrobora con el hallazgo
reciente de ciertos objetos extraídos de zonas donde tuvieron lugar
asentamientos olmecas (Tabasco y Veracruz, México) cuya datación mediante el
carbono 14 sitúa su origen alrededor del año 900 a. C. Estos
elementos presentan glifos que, por sus características, han permitido suponer
que el sistema de símbolos empleados fue la base de la escritura maya, que
alcanzó su mayor perfeccionamiento entre el 200 y el 900 d. C.
Prehistoria
en Europa
Excavación del yacimiento de Gran Dolina en
Atapuerca. En el nivel TD-10, que se observa donde se encuentra el mayor grupo
de excavadores, aparecieron herramientas del Paleolítico medio. El nivel
inferior, situado debajo de los andamios, es TD-6, donde se han encontrado
herramientas del Paleolítico inferior.
Europa, durante toda su
Prehistoria, fue tributaria en buena parte de las tradiciones culturales de
África y Oriente Próximo. Si exceptuamos la cultura Musteriense y quizá la Auriñaciense, así como
el desarrollo del arte paleolítico, el megalitismo, el vaso campaniforme o la cerámica cordada, buena
parte de la evolución registrada durante esta fase son resultado de
importaciones foráneas. Sólo el desarrollo de la cultura clásica grecorromana (ya
histórica) puso a Europa a la altura de las grandes civilizaciones de otros
continentes
Edad de Piedra europea
La Edad de la piedra europea
sigue dividiéndose en tres etapas, siguiendo las propuestas de John Lubbock, que en 1865 separó el
Paleolítico y el Neolítico. A éstas se unió posteriormente el
Mesolítico/Epipaleolítico, gracias al descubrimiento del Tardenoisiense por Gabriel de Mortillet, realizado entre 1885 y 1897. La definición de las tres
edades de la piedra fue precisada y enriquecida por las propuestas de Henri Breuil en 1932. Desde
entonces, aunque se hayan revisado las referencias y muchos conceptos erróneos,
esta división apenas ha sufrido alteraciones relevantes.
El Paleolítico es el periodo más antiguo y largo de la historia
europea, comenzando hace aproximadamente un millón de años con la llegada de
los primeros humanos: Homo ergaster
u Homo antecessor. Posteriormente aparecieron
otros tipos característicos del continente: Homo heidelbergensis y Homo neanderthalensis. Homo sapiens sapiens llegó desde
África hace unos 50.000 años. Paralelos a la evolución humana se produjeron cambios
culturales: durante el Paleolítico inferior la cultura dominante en Europa fue el Achelense y en el Paleolítico medio encontramos
el Musteriense, propio del
hombre de Neandertal, aunque
quizá el Châtelperroniense sea un
epígono de este tipo humano. Con la llegada del hombre moderno se sucedieron el Auriñaciense, Gravetiense, Solutrense y Magdaleniense. Otros
elementos importantes para comprender el Paleolítico son las
continuas oscilaciones climáticas denominadas glaciaciones, el
predominio de una economía de caza-recolección y el
desarrollo del arte a partir de la llegada del Homo sapiens.
El Epipaleolítico/Mesolítico se refiere al periodo que transcurre
desde el final del último periodo glacial (hace unos 12 000 años) hasta el
comienzo del Neolítico (hace unos 5000 años).
Actualmente se discrimina entre grupos
epipaleolíticos (aquellos que mantienen el modo de vida propio
del Paleolítico, sin cambios sustanciales, como ocurre con el Aziliense, por
ejemplo) y grupos mesolíticos (aquellos
que muestran una tendencia propia a evolucionar hacia la sedentarización y
otros rasgos propios de lo que luego será el Neolítico, como podría ser el caso
del Tardenoisiense).
El Neolítico en Europa
El Neolítico llegó a Europa en el sexto milenio a.C., procedente
del Oriente próximo y a través de la Península balcánica y la cuenca
Mediterránea, aunque hay constancia ya en el VII milenio a. C. de
cronoculturasprotoneolíticas en los Balcanes: se trata de pueblos acerámicos,
con una agricultura rudimentaria e itinerante, con ganadería y numerosas
pervivencias mesolíticas (caza, pesca y recolección, hábitats en cuevas, sin
hachas pulimentadas, etc.). Aunque los primeros poblados sedentarios son muy
pequeños, pronto se desarrollaron yacimientos como Sesklo o Nea Nikomedia, ambos sobre
elevaciones del terreno, con murallas y bastiones y, en su interior,
construcciones rectangulares con un vestíbulo de acceso, en las cuales se han
hallado cerámicas pintadas y figurillas femeninas.
En el Mediterráneo occidental se cree que hubo
una fase precerámica fundamentalmente ganadera y relacionada con hábitats en
cueva, previa a la aparición de unos grupos de carácter agrícola y ganadero
identificados tradicionalmente por un elemento característico, la cerámica cardial. Estas
típicas cerámicas decoradas con impresiones de conchas de berberecho (Cardiidae) aparecen tanto en la
orilla africana como en la europea del Mediterráneo, desde Dalmacia a la Península ibérica (verde
claro en el mapa).
La neolitización penetró hacia el centro de
Europa durante el quinto
milenio a.C. y a través del Danubio; su fósil
director es la llamada cerámica de bandas (pardo
claro en el mapa), cuya influencia se extendió desde lo que hoy es Hungría hasta los
actuales Países
Bajos. La cerámica de bandas está decorada en frisos superpuestos con motivos
diversos, destacando los meandros, las volutas y las formas angulosas. Los
grupos que la utilizaban habitaban en poblados fortificados, algunos de gran
tamaño (hasta 40 hectáreas).
Hacia el 4000 a. C. casi toda
Europa estaba neolitizada. Por esas fechas empezaron a aparecer en varias
regiones atlánticas (desde Portugal a Dinamarca) y de
manera más o menos simultánea, unas estructuras colosales de carácter
mayoritariamente funerario (pero no únicamente), englobadas en un fenómeno
denominado megalitismo. Este nuevo
fenómeno cultural sobrepasó el ámbito neolítico, perdurando durante el Calcolítico y la Edad del Bronce, hasta el 1500 a. C.. Hacia los
momentos finales se llegaron a construir algunos de los monumentos más
impresionantes (como las últimas fases de Stonehenge).
Los monumentos megalíticos han sido
interpretados como centros simbólicos y/o rituales de las poblaciones de su
entorno, de las cuales se conocen muy pocos datos: algunas cabañas dispersas de
madera o piedra, acumulaciones de sílex, fosas y
hogares, son las evidencias halladas. La excepción la constituye el interesante
poblado de SkaraBrae, en las
islas Orcadas (Escocia). También
se han encontrado en el norte y noroeste de Europa ciertos recintos delimitados
por fosos sucesivos, terraplenes y empalizadas, denominados campos atrincherados, que
funcionarían, posiblemente, como espacios rituales complementarios de los
megalitos.
Los monumentos
megalíticos son construcciones formadas por grandes piedras de hasta
varias toneladas de peso. Se podrían diferenciar cinco clases de monumentos:
Menhir: es una
gran piedra puesta de pie que marcaría un lugar sagrado.
Alineamiento: es un
conjunto de menhires puestos en fila.
Crómlech: es un
conjunto de menhires puestos en círculo. Se supone que el alineamiento y el
crómlech eran una especie de templos al aire libre
Dolmen: Es un
monumento complejo donde se enterraba a los miembros de la comunidad. Constaba
de un corredor o pasillo de entrada y de una cámara funeraria, ambos
construidos con grandes lajas de piedra. Todo ello cubierto por un montículo de
tierra y cascotes denominado túmulo. Todos los
difuntos eran depositados en la misma cámara funeraria, ya que se trataba de un
lugar de enterramiento colectivo. Junto a los cadáveres se colocaban ofrendas
funerarias, como armas, comida y joyas, entre otros elementos.
Trilito: Dos
piedras paralelas y verticales, no muy separadas entre si y una horizontal
puesta sobre ella.
Edad de los
metales en Europa
Hasta los años 70 del siglo XX los modelos
difusionistas establecían que la metalurgia llegó a Europa a través del Cáucaso y Anatolia en el cuarto milenio a. C.. Pero las
dataciones de carbono-14 demostraron
que la balcánica era casi un milenio más antigua que la de sus supuestos
inspiradores y, así, investigaciones posteriores establecieron que, hacia el
4000 a.C., en la Península balcánica había
surgido de manera autóctona una industria minero-metalúrgica del cobre asociada
a una rica orfebrería, en un
entorno social que algunos autores han llegado a denominar la primera civilización europea. Situados
entre el Danubio y Tesalia, los focos
principales fueron Vinça, Gumelnitsa, Salcuta, Cucuteni y Tiszapolgar, contemporáneos de los complejos neolíticos griegos.
Los grupos balcánicos se extendieron por la actual Serbia, Bulgaria, Rumania, Besarabia, Moldavia, Ucrania y el resto
de la cuenca de los Cárpatos.
Un segundo foco metalúrgico
autóctono se sitúa al sur de la Península ibérica, en Los Millares (Almería, España) y Vila
Nova (Portugal),
desarrollándose a partir de finales del cuarto milenio a. C. y a lo
largo de todo el tercero. Ambos grupos mantuvieron las
tradiciones megalíticas funerarias, aunque su estructura social fue, sin duda,
mucho más compleja que durante el Neolítico final: los dólmenes almerienses
pasaron a ser sepulcros de corredor con cámara de falsa cúpula, es decir,
auténticos tholoi, y
aparecieron impresionantes estructuras defensivas en las dos zonas. También
aquí, las tesis difusionistas relacionaban el aumento de la complejidad social
y tecnológica peninsular con la llegada de unos míticos colonizadores
orientales. Y, al igual que en los Balcanes, las dataciones de Carbono 14 establecieron
que los materiales occidentales son mucho más antiguos que aquellos. Además,
los ídolos oculados, la cerámica acanalada o pintada y las coladas de cobre
peninsulares tienen características propias, diferentes de los supuestos
modelos orientales. El modelo difusionista ha tenido que ser abandonado y su
lugar ha sido ocupado por otro, evolucionista y local.
También a finales del cuarto milenio a. C. comenzó a
producirse un aumento de la complejidad social en el ámbito del mar Egeo. Aunque los
cambios que se produjeron tienen un claro carácter interno, no es menos innegable el
importante papel que jugaron las redes de intercambio que conectaban el Egeo
con Anatolia y Egipto.
Estas transformaciones socio-económicas constituyen la base de las posteriores
culturas clásicas:
En Grecia continental (Heládico inicial) aparecieron los primeros
edificios tipo megaron en el interior
de recintos amurallados concéntricos.
En las islas Cícladas (Cicládico inicial) se intensificó el
comercio y se construyeron potentes murallas.
En Creta (Minoico inicial) se configuraron Cnosos y Festos como
centros principales, pero sin estructuras defensivas.
La introducción del cobre en
el resto de Europa está asociada a la extensión de dos grandes fenómenos,
claramente diferenciados pero contemporáneos y, que a veces, se solapan entre
sí: el vaso campaniforme y la cerámica cordada.
El complejo del vaso campaniforme fue un
fenómeno que afectó a prácticamente toda la Europa prehistórica (salvo las
zonas el este y los Balcanes), pero de un modo desigual y manteniendo una gran
diversidad. Supuso la expansión de la metalurgia del cobre a las áreas
marginales que no conocían todavía este metal. El objeto más característico de
este horizonte son los vasos de cerámica
de forma acampanada, con decoración incisa o impresa cuyos motivos
varían en función de las peculiaridades regionales.
La cronología del vaso campaniforme y su interpretación
son controvertidas, habiéndose generado al respecto (y haciéndolo todavía)
abundante literatura. Los últimos datos proporcionados por la revisión
sistemática de las dataciones de Carbono-14 en
campaniformes de toda Europa han permitido establecer que los más antiguos
serían los encontrados en el área del Bajo Tajo, en Portugal, con una
cronología que iría del 2900 al 2500 a.C. Según otros autores, su aparición se situaría, en
cambio, sobre el 2400 a. C.,
desapareciendo hacia el 1800 a. C.
Las tumbas asociadas al
horizonte campaniforme consisten en fosas individuales en las que se depositaba
el cadáver en posición contraída con un ajuar que suele constar de la típica
cerámica campaniforme y otros objetos no menos característicos: puñales de
lengüeta y leznas biapuntadas, brazaletes de arquero, puntas de flecha tipo Palmela, adornos en
oro de diversa entidad (diademas, pendientes) y botones de hueso perforados en
V; siempre en contextos funerarios masculinos.
Los grupos de la cerámica cordada eran
originarios, según unos, de las estepas euroasiáticas y, según otros, de
Centroeuropa. Están relacionados con las lenguas indoeuropeas y se
extendieron por toda la Europa central, nórdica y oriental durante el tercer milenio a. C.. Son
también conocidos como Kurganes de las
estepas, del hacha de combate
o de los sepulcros individuales.
Sus características principales serían:
Los enterramientos individuales, en una pequeña cámara funeraria
semisubterránea en forma de cabaña de madera cubierta por un túmulo (kurgan). El cadáver era colocado en
posición de decúbito supino, con las piernas dobladas y rociado con ocre rojo.
El ajuar característico suele incluir las denominadas cerámicas cordadas (decoradas con
impresiones de cuerdas), las hachas-martillo con enmangue directo (o hachas de combate, que parecen
réplicas en piedra de piezas metálicas sumerias o anatolias), ganado sacrificado y, si el individuo
era de alta posición social, piezas
exóticas de clara influencia oriental (vasos y apliques de plata,
adornos repujados de oro y algunos objetos de cobre, entre otros). Las grandes
diferencias entre unos ajuares y otros denotan la existencia de una clara
estratificación social
Una economía seminómada y
pastoril, propia de las estepas, que, a pesar de todo, nos ha legado algunos
poblados, como el ucraniano de Mikailovska, en el bajo Dniéper, de cierta
entidad urbana y con casas rectangulares.
Edad del Bronce en Europa
El bronce es una
aleación de cobre y estaño que tiene las ventajas de que se funde a una
temperatura más baja y es mucho más resistente. Fue conseguido en el Oriente
próximo a finales del IV milenio a. C. y penetró
en Europa a través de una extensa red de vías comerciales que recorrían todo el
continente, comunicando la península ibérica o el mar del Norte con las
civilizaciones orientales, ya plenamente históricas.
Bronce Antiguo en Europa
Entre los años 1800 a. C. y 1500 a. C.,
aproximadamente, coincidiendo con la plenitud del mundo minoico, Europa comenzó a participar
en las redes comerciales creadas por la demanda de materias primas por parte de
las civilizaciones del Próximo Oriente y del Egeo. El ámbar del
Báltico, el cobre del bajo Danubio y Huelva, el estaño de Cornualles y Galicia, el oro de Irlanda, los metales
preciosos de Andalucía y el azabache de Gran Bretaña, eran
intercambiados por armas y herramientas de bronce, ornamentos de oro y plata, o
perlas egipcias de fayenza azul. Entre
las culturas arqueológicas de este
periodo destacarían la de Unetice, la de los túmulos armoricanos y la de Wessex. En las
islas británicas, durante esta época, siguieron teniendo gran importancia los
santuarios megalíticos denominados «henges», centros
cultuales como el mismo Stonehenge.
La mayor parte de los restos
de esta época son monumentos
funerarios de tipo tumular pertenecientes, a juzgar por
la alta proporción de armas y la gran
riqueza de algunos, a las oligarquías guerreras locales, que debían conocer el
carro de combate y vivían en poblados fortificados. Los ajuares se componían,
fundamentalmente, de los característicos puñales triangulares de pomo macizo, las hachas planas y las hachas-maza de combate de bronce;
también aparecen ornamentos metálicos como los brazaletes, las lúnulas o pectorales, jarras de oro o plata
repujados, ámbar y perlas de fayenza egipcias. Algunos túmulos llegan a ser tan
ricos que han motivado su denominación como «tumbas reales»: las de LekiMale
(Polonia) y Leubingen (Austria), de los
grupos de Unetice; la de Kernonen
(Francia), de los
Túmulos armoricanos; o la de Bush
Narrow (Inglaterra),
perteneciente a Wessex. En ciertas zonas del norte de Italia, los
terrenos pantanosos han preservado multitud de objetos de cuero, piraguas de madera, arcos de gran tamaño, ruedas de carro y
arreos en hueso.
En la península Ibérica, a partir
del 1700 a. C. comenzó a
despuntar la denominada Cultura argárica, en el área
donde se había desarrollado la de Los Millares), aunque,
en esos momentos, todavía con una pequeña área de influencia y numerosas
pervivencias calcolíticas. Es una etapa temprana, llamada tradicionalmente «Fase A» en la que destacan los
enterramientos en cista con un ajuar que ha querido ser relacionado con
influencias del Mediterráneo oriental, pero que ha terminado revelándose como
autóctono.
Bronce Medio en Europa
El
Bronce Medio transcurrió, más o menos, entre el 1500 a. C. y el 1200 a. C., lo que
significa que coincide con el apogeo de la civilización micénica. Destaca en
Centroeuropa la cultura de los Túmulos, un
complejo que derivó de Unetice, con poblados no muy grandes, de viviendas de
madera, edificados sobre colinas de fácil
defensa y protegidos por murallas y fosos. Los enterramientos eran tumulares (de ahí su denominación), con túmulos más monumentales que en la
etapa anterior, a menudo se agrupaban en grandes necrópolis y la incineración fue cada
vez más habitual. En el área de la península itálica se desarrollaron la cultura de las Terramaras y la cultura Apenínica, ambas de
fuerte influencia balcánica, así como la cultura
Sícula, más cercana al mundo micénico, que ya había colonizado las Islas Eolias en esa
fase.
Una de las novedades más
notables respecto al Bronce antiguo es la aparición de auténticas espadas con largas
hojas y sistemas de enmangue más efectivos que los remaches: empuñaduras de
lengüeta cuyos mangos son, a veces, ricamente decorados con materiales
perecederos (cuero, hueso y maderas de diversos tonos, que, pueden tener
incrustaciones de oro y ámbar) que, afortunadamente, se han conservado en
algunos ejemplares de la zona nórdica. Asimismo aparecen puntas de lanza tubulares y hachas de talón.
En lo referente a los adornos
metálicos, su variedad es innumerable: brazaletes espiraliformes, tobilleras,
colgantes, alfileres, anillos, pendientes, pasadores, broches, etc. Mención
especial merecen los torques retorcidos
irlandeses, que desde su región originaria, se difundieron por toda Europa,
recibiendo el nombre de Torques de Tara
en honor a este santuario gaélico, la Colina de Tara. Una obra
excepcional, que supera el calificativo de mero ornamento, es el Carro Solar de Trundholm (arrojado
como ofrenda al fondo de un pantano en Dinamarca).
En la península Ibérica la cultura del Argar alcanzó en
esos momentos su fase de plenitud, desarrollándose en el árido sudeste (Almería y provincias limítrofes).26 El número de asentamientos
localizados revela un fuerte aumento demográfico respecto a la etapa millarense. Eran poblados fuertemente protegidos, construidos en sitios altos
fácilmente defendibles, con gruesas murallas y áreas restringidas tipo acrópolis. Los enterramientos eran individuales y
dentro de las viviendas; mientras que en la fase anterior se realizaban en cistas, en ésta pasaron a ser en grandes tinajas o pithoi, con
ajuares muy diversos que delatan una compleja
estratificación social. Tal estratificación se refleja también en la
organización interna de los poblados y en la jerarquía urbana. Aunque El Argar
no llegó nunca a formar un auténtico estado, debió generar alguna forma
política de carácter pre-estatal. Las formas cerámicas argáricas son muy
diferentes de las del resto de Europa occidental con vasos carenados y altas
copas sin decoración. El resto del ajuar lo componen brazaletes, cuentas de
ámbar, espadas (también diferentes, pues mantienen el sistema de mango macizo
sujeto con remaches), alabardas, brazaletes, ornamentos de ámbar, alfileres y
unas inconfundibles diademas de plata.
Aunque el mundo argárico se
circunscribió a las provincias de Almería y Murcia, así como parte de las de
Málaga y Granada, toda la mitad sur de la península Ibérica se vio afectada por
su influencia, muy clara en la cultura
de Atalaia (sur de Portugal) y en la cultura de las Motillas (La Mancha). A medida
que nos desplazamos hacia el norte, la influencia argárica se hace más difusa,
aunque se ha constatado que hubo relaciones comerciales con las regiones
septentrionales. En la zona
galaico-portuguesa parece que hubo unos grupos muy relacionados con el mundo atlántico, como lo demuestran
sus manifestaciones artísticas (los petroglifos) o los
atesoramientos (como el de Caldas de Reyes, Pontevedra, con más de 30 kg de
objetos metálicos de origen bretón e irlandés).[cita requerida] En la
Meseta hay una serie de yacimientos (Los
Tolmos de Caracena en Soria, Cogeces del Monte en Valladolid, Abia de la Obispalía en Cuenca, y otros más) que permiten
hablar de un horizonte denominado Protocogotas (o también Cogeces) que acusa, indistintamente,
la influencia argárica y atlántica, sobre un sustrato epicampaniforme.
El Bronce final (aproximadamente 1250 a. C.-725 a. C.) viene
determinado por la aparición y expansión de los campos de urnas por casi
todo el continente. El cambio en el proceso funerario no se produjo de repente
ni fue uniforme, detectándose los primeros indicios de transición en Alta Baviera (Alemania)
poco antes del 1200 a.C.27 Este cambio ha sido
relacionada a lo largo del tiempo con pueblos de invasores indoeuropeos, a los que
algunos arqueólogos incluso les han adjudicado la autoría de todas las
convulsiones que se produjeron contemporáneamente en el Mediterráneo oriental
(caída de Micenas, de los Hititas, ataques de
los pueblos
del mar a Egipto,
destrucción de Ugarit, etc.).
Actualmente pocos investigadores sostienen que los grupos de los campos de
urnas fueran un ente cultural homogéneo; la opinión generalizada es que se
trató simplemente de una moda que se expandió por Europa debido a préstamos
culturales o, en ciertos casos, a movimientos limitados de pueblos. De hecho,
en algunas regiones el cambio en el comportamiento funerario fue el único que
se produjo, detectándose una clara continuidad con las estrategias económicas y
sociales anteriores.28 El hecho de que el germen de
esta nueva moda ocupe el mismo espacio geográfico que la cultura de los túmulos (del Bronce
Medio) y que la de Unetice (del Bronce Inicial), parece
confirmar que realmente existe continuidad cultural. Por otro lado, el
territorio ocupado por los campos de urnas no es unitario, al estar formado por
un conglomerado de culturas locales con particularidades regionales
específicas. Algunas áreas europeas (sur de la península Ibérica, litoral
atlántico y Escandinavia) quedaron al margen.
El rito
funerario de la cremación, aunque minoritario, ya era practicado en
Europa y en esta fase se generalizó: tras su incineración, las
cenizas del cadáver eran depositadas en una urna cineraria y enterrada en un pequeño foso, junto a otras
tumbas, constituyendo así, las extensas necrópolis que dan nombre a estos
grupos. Estas urnas solían ser
vasos de cerámica de forma bicónica, tapados con un cuenco, aunque podían tener
formas diversas (a veces, incluso réplicas en miniatura de casitas de
cerámica). En ocasiones, no se usaba urna. Los ajuares eran pobres en
comparación con periodos anteriores y posteriores; sólo en los siglos IX y VIII a. C.
reaparecieron las tumbas principescas con ricos ajuares y complejas estructuras
que las distinguían de las demás.
Los poblados son muy
similares a los del Bronce medio, pero con defensas reforzadas con terraplenes,
empalizadas y recintos amurallados de tapial y madera; además las puertas
adquirieron forma de embudo y se protegían con torreones. En el interior, casas
rectangulares de adobe con tejados de madera y paja. Suele haber numerosos
silos y molinos de vaivén, evidenciando la importancia creciente de la agricultura frente al pastoreo, aunque
éste sigue siendo fundamental, a juzgar por la abundancia de restos de ganado
bovino, ovino, porcino y equino. Se siguió comerciando con el ámbar y la sal.
La cultura material incluye los
primeros objetos de vidrio,
seguramente incorporados del Próximo Oriente, y los grandes recipientes de bronce batido o repujado,
con formas muy diversas y alejadas de los estereotipos orientales; entre ellos
se encuentran las sítulas (que tanto
predicamento tuvieron en la posterior Edad del Hierro), a veces con una
ornamentación muy sofisticada y que se convirtieron en objetos de intercambio
muy apreciados, cuya función era sin duda ceremonial. Otros elementos ornamentales comunes fueron
los torques, los brazaletes de costilla, y las fíbulas, de diversos modelos, como
las llamadas «de anteojos» (por
el gran tamaño de su doble espiral). Entre las armas, hay una enorme variedad: las puntas de flecha de sílex
fueron definitivamente sustituidas por otras de bronce; se siguieron utilizando
hachas de combate, con talón y anillas, alabardas, lanzas; aparecieron armas
defensivas como las corazas, los escudos y los cascos. Los modelos más
representativos de espada fueron
las de puño macizo con la guarda en U,
bien con un gran pomo discoide o bien rematadas en antenas. La hoja solía ser
biselada, a veces con rica decoración, y con silueta pistiliforme.
El Bronce final atlántico es poco conocido: se da la paradoja de que
apenas se han excavado asentamientos o necrópolis, y, en cambio, abundan los
llamados escondrijos (o zulos de objetos
de bronce destinados al refundido) donde se han localizado piezas de una
factura casi perfecta. Los objetos más apreciados debieron ser las espadas, al principio pistiliformes y
al final con hoja en lengua de carpa.
En el sur de las islas Británicas se han descubierto varios
poblados y, entre ellos, destaca el de Itford
Hill (Inglaterra), situado en un emplazamiento elevado, con varias empalizadas
defensivas que protegían una serie desordenada de viviendas de madera y barro,
de planta circular. Las necrópolis evidencian la adopción de la cremación, con
las cenizas depositadas en urnas cinerarias o directamente en el suelo de
pequeños fosos bajo túmulo.
En las regiones escandinavas
también se adoptó la incineración como ritual funerario y apareció una
industria metalúrgica más diversa y original que en la zona atlántica. A la
gran variedad de armas, hay que añadir los objetos de tocador (navajas de
afeitar, pinzas, alfileres), los vasos de bronce batido con ruedas (seguramente
votivos o ceremoniales, como el de Skallerup),
los conos de oro repujado que se exportaron por toda Europa (tal es el caso del
de Aventon, aparecido en
Francia, pero elaborado en talleres escandinavos), las trompas de chapa de
bronce y las fíbulas, casi siempre de
anteojos. Los poblados encontrados son mucho más abundantes que en el
Atlántico y estaban protegidos por defensas naturales y/o artificiales. De esta
época son la mayoría de los petroglifos de los roquedos de Noruega y Suecia, en las
regiones de Escania y Uppsala, destacando la zona de Tanum (declarada Patrimonio de la Humanidad).
En el nordeste
de la Península penetró la moda de los campos de urnas, que, con el
tiempo, siguió una evolución independiente, abarcando Cataluña y el bajo Aragón. Se conocen
mejor las necrópolis que los poblados, destacando el de La Pedrera de Vallfogona (Balaguer, Lérida).
En el noroeste
se da una evolución similar a la de Bretaña y las islas Británicas, al menos en
lo que se refiere a los elementos materiales de la cultura. Hay una clara
escasez de lugares de hábitat y abundancia de objetos de bronce: hachas de
talón y anillas, calderos de chapa de tradición irlandesa, recipientes de oro
batido con motivos típicamente escandinavos. Las espadas eran pistiliformes al principio y de lengua de carpa al final.
En el sur
se produjo un cierto estancamiento respecto al periodo argárico. Destacan la cerámica de retícula bruñida (con
barniz rojo, bruñida y decorada por dentro con motivos reticulados) y los
enterramientos en cista, sin ajuar, cubiertos con lajas decoradas denominadas estelas extremeñas (en ellas se
representa esquemáticamente al difunto con diversos objetos como armas,
broches, espejos e incluso carros). El ámbito ocupado por ambos elementos
coincide a grandes rasgos con lo que luego será el territorio de Tartessos.
En las tierras
del interior peninsular destacan los grupos denominados de Cogotas I. Su
extensión sobrepasa los límites de la Meseta Central, abarcando
también el oeste del Cantábrico, parte de Aragón, de la comunidad Valenciana y el curso
medio del río Guadalquivir. Su
indigenismo parece probado, pues enlaza sin solución de continuidad con la fase
del Bronce medio denominada Protocogotas
y, a través de ésta, con los horizontes epicampaniformes e, incluso, con el campaniforme tipo Ciempozuelos. Su
característica más distintiva es el tipo de decoración de su cerámica: se trata de vasos
troncocónicos o carenados con motivos de espina de pescado incisos o figuras
abstractas realizadas por las técnicas excisa y de boquique, rellenos de pasta
blanca. Las gentes de Cogotas I
habitaban pequeños poblados fortificados con viviendas cuadrangulares de adobe,
así como cuevas. Los yacimientos más abundantes de esta fase cultural son los campos de hoyos, rellenos de desechos
arqueológicos cuya función no ha podido ser explicada. Los enterramientos seguían la tradición
campaniforme, es decir, inhumaciones en foso, con un pequeño ajuar, como es el
caso de San Román de Hornija (Valladolid).
En las Baleares
y, sobre todo en Mallorca y Menorca, se
desarrolló la primera fase de la cultura talayótica (que
alcanzó su plenitud durante la Edad del Hierro), caracterizada por la
arquitectura ciclópea en una serie de edificios como el talayot (o torre), las taulas y las navetas. Este
fenómeno se ha relacionado con la cultura nurágica de Cerdeña. Se conocen
poblados amurallados (como el de SesPaisses)
que albergan talayots, barrios
de viviendas de mampostería e inhumaciones bajo el piso; hay también
construcciones cultuales escalonadas (tal vez templos) e, incluso, acrópolis
amuralladas en lugares de difícil acceso.
Edad del Hierro en Europa
Se llama Edad del Hierro al
período en que se desarrolló la metalurgia del hierro, metal más
duro que la aleación de bronce y uno de los elementos más abundantes de nuestro
planeta. Los primeros artefactos de hierro fundido datan del III milenio a.C. y
fueron hallados en Anatolia. A Europa comenzaron a llegar a partir del 1200 a. C., durante el
Bronce Final.
A pesar de que los minerales
de hierro son muy abundantes, su siderurgia requiere
una tecnología compleja y diferente a la de otros metales conocidos por
entonces (refinado, fundido, forjado y templado), lo que obstaculizó su difusión:
durante muchos siglos el hierro fue más un objeto de prestigio que una materia
prima utilizada en herramientas de uso habitual, por lo que el bronce no fue
desbancado rápidamente. El hierro no se generalizó en Europa hasta,
aproximadamente, el año 800 a. C. y en la
mayor parte del continente esta fase finalizaría con la romanización. Excepto en
el norte de Alemania y en Escandinavia, donde
persistió representada en las culturas de Jastorf y vikinga,
respectivamente (los vikingos hasta alrededor del año 1000 de nuestra
era).
Líneas hipotéticas que representan la entrada en
la Historia de las regiones mediterráneas.
Hasta el siglo VIII a. C. sólo el
Mediterráneo oriental entraba dentro de los parámetros históricos. El año 776 a. C. es
reconocido por los antiguos
griegos como el de su primera Olimpiada, es decir, el comienzo de su
historia. Por esas mismas fechas, en la península Itálica, la cultura de Villanova, una
variante regional de los campos de
urnas, derivó en la civilización etrusca. En el 753 a. C. los romanos
sitúan la fundación de la antigua Roma. Así
nacieron las civilizaciones clásicas, cada una de las cuales tenía su propio alfabeto, derivados
todos ellos del fenicio (también el ibérico). A su vez,
el alfabeto fenicio es una simplificación del cuneiforme que partió
de un viejo silabario de la ciudad portuaria de Ugarit (actual Ras
Shamra, al norte del Siria), del segundo milenio.
Posiblemente los fenicios fueron
asimismo dinamizadores de los procesos locales que estaban dando lugar a la
formación en Andalucía de Tartessos, una cultura de la que se sabe poco; entre
otras cosas, pudo haber tenido su propio sistema de escritura, un amplio
desarrollo social, cultural y, puede que, estatal. A juzgar por las fuentes
escritas, las exploraciones fenicias comenzaron a finales del segundo milenio, pero no
hay constancia arqueológica hasta el siglo VIII a. C.. Por esas
mismas fechas la primera oleada de colonizadores griegos se estableció en el
Mediterráneo central, y, en el siglo siguiente, una segunda oleada alcanzó la península Ibérica (Ampurias, Hemeroscopio, Mainake). La
influencia de fenicios y griegos debió ser fundamental no sólo para la difusión
de la metalurgia del hierro, sino, también para el desarrollo de unas
sociedades que entraron así en la Historia.
En el resto de Europa este
periodo suele dividirse en dos grandes
fases:
Hallstatt.
La cultura de Hallstatt (800-450 a. C.) o Primera Edad del Hierro en Europa
Central, Francia y los Balcanes, es
considerada heredera de los campos de
urnas. Esta sociedad estaba dirigida por unas aristocracias guerreras
reflejadas claramente en la riqueza de sus tumbas: algunas, por su contenido y
su estructura, resultan claramente principescas, con ricos ajuares depositados
en grandes cámaras mortuorias de madera. En éstas, el rito funerario
predominante fue el de la inhumación bajo túmulo, que se fue imponiendo
paulatinamente sobre la incineración, aunque ésta siguió siendo habitual en las
zonas periféricas (donde suele hablarse de campos de urnas tardíos). Al principio el uso del hierro era
minoritario, pero a partir del siglo VII a. C. se fue
generalizando. Estos grupos mantenían contactos comerciales con el Mediterráneo
y con las estepas del este europeo, haciendo, posiblemente, de intermediarios
en el comercio del ámbar y el estaño con el mundo mediterráneo.
La Tène
La cultura de La Tène (450 a. C. hasta la
conquista romana) o Segunda Edad del
Hierro en Centroeuropa, Francia, norte de España e Islas británicas. El
hierro se había generalizado y la economía diversificado, naciendo lo que se ha
denominado cultura
céltica. Los
asentamientos estaban fortificados y la complejidad de algunos de ellos es
propia de centros proto-urbanos (que los romanos denominaban oppidum), con una
estratificación social bien diferenciada, cuya cúspide ocupaba la nobleza
guerrera. Estos aristócratas gustaban de ser inhumados en grandes tumbas con
ajuares muy ostentosos que incluyen carros de guerra, adornos, joyas, armas y
grandes vasos de cerámica importados de Grecia y Etruria. La tumba de la princesa de Vix es el
mejor ejemplo.
La península Ibérica durante la
Edad del Hierro
La relación de los tartesios (en la
Primera Edad del Hierro) y de los íberos (en la
segunda) con fenicios y helenos actuó de catalizador en el desarrollo de sus
respectivas sociedades, que podrían incluirse ya dentro de la Protohistoria.
La denominada cultura castreña se
desarrolló en el noroeste peninsular. Durante mucho tiempo se pensó que estos
grupos culturales eran célticos,
pero ahora se cree que los aportes hallstátticos son menores que los atlánticos
e, incluso, que los mediterráneos. Su característica distintiva es la presencia
de poblados fortificados, situados en lugares altos, con varios cinturones de
muralla concéntricos y, en el interior, numerosas casas de piedra circulares,
sin organización urbanística (son los llamados castros). Desarrollaron una cerámica
propia que comparte ciertos paralelismos con las alfarerías meseteñas);
potenciaron la metalurgia del bronce en detrimento de la del hierro; y
presentan diversas manifestaciones escultóricas, como los guerreros lusitanos y
las casas ceremoniales ornadas con portadas laboriosamente esculpidas
denominadas pedrasformosas, en
las citânias portuguesas (se
esculpían en edificios cuadrangulares con función religiosa controvertida:
quizás lugares de culto a los muertos, baños purificadores u hornos para la
incineración de cadáveres).
La economía era agropecuaria, pero tenían un gran peso la recolección de frutos
silvestres, la pesca y el marisqueo. La cultura castreña galaico-portuguesa
tuvo una larga pervivencia durante el proceso de romanización peninsular,
siendo una de las zonas que más se resistieron y que mejor mantuvieron sus
tradiciones.
El interior de la Península ha
sido considerado tradicionalmente como un territorio de influencia céltica. Sin
embargo, hoy se sabe que la Meseta Central mantuvo, desde el primer momento,
una fuerte tradición local y nunca llegó a desarrollarse un horizonte de campos
de urnas, aunque es imposible negar la influencia céltica. Destacan tres
grandes grupos culturales previos al mundo celtibérico (protohistórico o
pre-romano):
El primero de ellos es la llamada Facies Soto de Medinilla, asentada en
el Duero medio y que mezclaba aspectos intrusivos de gentes foráneas con otros
locales. Se trata de una cultura agrícola (basada en el cultivo del trigo) que, a
pesar de su cronología (siglo VIII a. C.-siglo V a. C.) apenas
pudo conocer el hierro.
Algo más tardía es la cultura de los Castros de Soria y Guadalajara (siglos VI y V a. C.), que en
este caso es de carácter pastoril y con hábitats fuertemente defendidos, lo que
nos indica tiempos de crisis.
El hierro comenzó a ser más abundante en esta época, posiblemente porque se
descubrieron minas en el Moncayo. Las necrópolis de campos
de urnas halladas en el oriente meseteño tienen tumbas de guerreros con un
abrumador repertorio de armas de influencia hallstática, a las que se han
incorporado elementos de la tradición local. Destacan las cachas de hueso, los
pomos con antenas atrofiadas o en forma de T, y fastuosas vainas adornadas con discos, todo ello con
incrustaciones y nielados de plata con complejos motivos decorativos. Sin duda,
al margen de su utilidad bélica, se trataba de objetos que exhibían el rango
social de sus portadores.
Por último destacaría Cogotas-II (siglos V a III a. C.), que se ha
asociado a una economía pastoril y agrícola extendida por toda la Meseta. Son
característicos sus castros fuertemente protegidos por sistemas defensivos
hasta entonces desconocidos: murallas ciclópeas en varios recintos sucesivos
cada vez más inaccesibles; puertas con entradas desviadas para exponer a los
posibles atacantes a los arqueros; grandes extensiones de piedras hincadas para
repeler los ataques de la caballería. Los castros de Las Cogotas, Las
Merchanas o Sanchorreja
son excelentes ejemplos. Los elementos materiales de no parecen enlazar con la
tradición de Soto de Medinilla,
excepto en pequeños detalles (sobre todo en los excelentes objetos metálicos de
prestigio), aunque en el castro de La
Mota en Medina del Campo, es posible establece una
continuidad estratigráfica entre la facies
del Soto de Medinilla y el horizonte de Cogotas II.33 A menudo, el horizonte de Cogotas II se asocia al pueblo de los
vetones y suele
recibir el nombre de cultura de los
Verracos.
Evolución humana
La evolución humana (u hominización)
explica el proceso de evolución biológica de la especie humana desde sus
ancestros hasta el estado actual. El estudio de dicho proceso requiere un
análisis interdisciplinar en el que se aúnen conocimientos procedentes de
ciencias como la genética, la antropología física, la paleontología, la estratigrafía, la geocronología, la arqueología y la lingüística.
El término humano, en el contexto de su evolución,
se refiere a los individuos del género Homo. Sin
embargo, los estudios de la evolución humana incluyen otros homininos, como Ardipithecus, Australopithecus, etc. Los
científicos han estimado que las líneas evolutivas de los seres humanos y de
los chimpancés se separaron hace entre 5 y 7 millones de años. A partir de esta
separación la estirpe humana siguió ramificándose originando nuevas especies,
todas extintas actualmente a excepción del Homo
sapiens.
Antepasados de Homo sapiens
|
Anterior al género Homo
|
Género Homo
|
Etapas en la
evolución humana
Los pre-australopitecinos
Los primeros posibles homínidos bípedos (homininos) son Sahelanthropustchadiensis (con una
antigüedad de 6 ó 7 millones de años), Orrorintugenensis (unos 6
millones de años) y Ardipithecus (entre 5,5 y 4,5 millones de
años). Los fósiles de estos homínidos son escasos y fragmentarios y no hay
acuerdo general sobre si eran totalmente bípedos. No obstante, tras el
descubrimiento del esqueleto casi completo apodado Ardi, se han
podido resolver algunas dudas al respecto; así, la forma de la parte superior
de la pelvis indica que
era bípedo y que caminaba con la espalda recta, pero la forma del pie, con el dedo gordo dirigido
hacia adentro (como en las manos) en vez de ser paralelo a los demás, indica
que debía caminar apoyándose sobre la parte externa de los pies y que no podía
recorrer grandes distancias.
Los primeros homininos de los
que se tiene la seguridad de que fueron completamente bípedos son los miembros
del género Australopithecus, de los que se han conservado
esqueletos muy completos (como el de la famosa Lucy).
Este tipo de hominino prosperó
en las sabanas arboladas
del este de África entre 4 y
2,5 millones de años atrás con notable éxito ecológico, como lo demuestra la
radiación que experimentó, con al menos cinco especies diferentes esparcidas desde Etiopía y el Chad hasta Sudáfrica.
Su desaparición se ha atribuido
a la crisis climática que se inició hace unos 2,8 millones de años y que
condujo a una desertificación de la sabana con la consiguiente expansión de los
ecosistemas abiertos, esteparios. Como resultado de esta presión evolutiva,
algunos Australopithecus se
especializaron en la explotación de productos vegetales duros y de escaso valor
nutritivo, desarrollando un impresionante aparato masticador, originando al Paranthropus; otros Australopithecus se hicieron
paulatinamente más carnívoros, originando a los primeros Homo.
Los primeros Homo
Reconstrucción de Homo habilis
No se sabe con certeza qué
especie originó los primeros miembros del género Homo; se han propuesto a A. africanus, A. afarensis y A. garhi, pero no
hay un acuerdo general. También se ha sugerido que Kenyanthropusplatyops pudo ser el
antepasado de los primeros Homo.
Clásicamente se consideran
como perteneciente al género Homo
los homínidos capaces de elaborar herramientas de piedra. No obstante, esta
visión ha sido puesta en duda en los últimos años; por ejemplo, se ha sugerido
que Australopithecusghari, hace
2,5 millones de años fue capaz de fabricar herramientas. Las primeras herramientas
eran muy simples y se encuadran en la industria lítica conocida como Olduvayense o Modo 1.
Las más antiguas proceden de la región de Afar (Etiopía) y su
antigüedad se estima en unos 2,6 millones de años, pero no existen fósiles de homínidos
asociados a ellos (ver El
artesano olduvayense).
De esta fase se ha descrito
dos especies, Homo rudolfensis y Homo
habilis, que habitaron África Oriental entre 2,5 y
1,8 millones de años atrás, que a veces se reúnen en una sola. El volumen
craneal de estas especies oscila entre 650 y 800 cm³.
El
poblamiento de Eurasia
Reconstrucción de Homo ergaster.
Distribución geográfica y temporal del género Homo. Otras interpretaciones difieren
en la taxonomía y distribución geográfica.
Esta es sin duda la etapa más
confusa y compleja de la evolución humana. El sucesor cronológico de los
citados Homo rudolfensis y Homo
habilis es Homo ergaster, cuyos fósiles más antiguos
datan de hace aproximadamente 1,8 millones de años, y su volumen craneal oscila
entre 850 y 880 cm³.
Morfológicamente es muy
similar a Homo erectus y en ocasiones se alude a él
como Homo erectus africano. Se
supone que fue el primero de nuestros antepasados en abandonar África; se han
hallado fósiles asimilables a H.
ergaster (o tal vez a Homo
habilis) en Dmanisi (Georgia), datados
en 1,8 millones de años de antigüedad y que se han denominado Homo
georgicus que prueban la temprana salida de África de nuestros antepasados
remotos.
Esta primera migración humana
condujo a la diferenciación de dos linajes descendientes de Homo ergaster: Homo erectus en Extremo Oriente (China, Java) y Homo
antecessor/Homo
cepranensis en Europa (España, Italia). Por su
parte, los miembros de H. ergaster
que permanecieron en África inventaron un modo nuevo de tallar la piedra, más
elaborado, denominado Achelense o Modo 2
(hace 1,6 ó 1,7 millones de años). Se ha especulado que los clanes poseedores
de la nueva tecnología habrían ocupado los entornos más favorables desplazando
a los tecnológicamente menos avanzados, que se vieron obligados a emigrar.
Ciertamente sorprende el hecho que H.
antecessor y H. erectus
siguieran utilizando el primitivo Modo 1 (Olduvayense), cientos
de miles de años después del descubrimiento del Achelense. Una explicación
alternativa es que la migración se produjera antes de la aparición del
Achelense.
Parece que el flujo genético entre las
poblaciones africanas, asiáticas y europeas de esta época fue escaso o nulo. Homo erectus pobló Asia Oriental
hasta hace solo unos 50.000 años (yacimientos del río Solo en Java) y que pudo
diferenciar especies independientes en condiciones de aislamiento, como Homo
floresiensis de la Isla de Flores (Indonesia). Por su
parte, en Europa se tiene constancia de la presencia humana desde hace casi 1
millón de años (Homo antecessor), pero se han hallado
herramientas de piedra más antiguas no asociadas a restos fósiles en diversos
lugares. La posición central de H.
antecessor como antepasado común de Homo neanderthalensis y Homo
sapiens ha sido descartada por los propios descubridores de los restos (Eudald
Carbonell y Juan Luis Arsuaga).
Los últimos representantes de
esta fase de nuestra evolución son Homo heidelbergensis en Europa,
que supuestamente está en la línea evolutiva de los neandertales, y Homo
rhodesiensis en África que sería el antepasado del hombre moderno.
Una visión más conservativa de
esta etapa de la evolución humana reduce todas las especies mencionadas a una, Homo
erectus, que es considerada como una especie politípica de amplia dispersión
con numerosas subespecies y poblaciones interfértiles
genéticamente interconectadas.
Nuevos
orígenes en África
La fase final de la evolución
de la especie humana está presidida por tres especies humanas inteligentes, que
durante un largo periodo convivieron y compitieron por los mismos recursos. Se
trata del Hombre de Neanderthal (Homo neanderthalensis), la
especie del homínido de Denisova y el hombre
moderno (Homo sapiens). Son en realidad historias
paralelas que, en un momento determinado, se cruzan.
El Hombre de Neanderthal
surgió y evolucionó en Europa y Oriente Medio hace unos
230.000 años,
presentando claras adaptaciones al clima frío de la época (complexión baja y
fuerte, nariz ancha).
El homínido de Denisova vivió
hace 40.000 años en los montes Altai y
probablemente en otras áreas en las cuales también vivieron neandertales y
sapiens. El análisis del ADN mitocondrial indica un
ancestro femenino común con las otras dos especies hace aproximadamente un
millón de años. La
secuencia de su genoma ha revelado
que habría compartido con los neandertales un ancestro hace unos 650.000 años y
con los humanos modernos hace 800.000 años. Un molar descubierto
presenta características morfológicas claramente diferentes a las de los
neandertales y los humanos modernos.
Los fósiles más antiguos de Homo sapiens datan de hace unos
200.000 años (Etiopía). Hace unos
90.000 años llegó al Próximo Oriente donde se
encontró con el Hombre de Neanderthal que huía hacia el sur de la glaciación
que se abatía sobre Europa. Homo
sapiens siguió su expansión y hace unos 45.000 llegó a Europa Occidental (Francia);
paralelamente, el Hombre de Neanderthal se fue retirando, empujado por H. sapiens, a la periferia de su área
de distribución (Península ibérica, mesetas
altas de Croacia), donde
desapareció hace unos 28.000 años.
Aunque H. neanderthalensis ha sido considerado con frecuencia como
subespecie de Homo sapiens (H. sapiens neanderthalensis), el
análisis del genoma
mitocondrial completo de fósiles de H.
neanderthalensis sugieren que la diferencia existente es suficiente para
considerarlos como dos especies diferentes, separadas desde hace 660.000 (±
140.000) años. (ver el apartado "Clasificación" en Homo neanderthalensis).
Se tiene la casi plena certeza
de que el Hombre de Neandertal no es
ancestro del ser humano actual, sino una especie de línea evolutiva paralela
derivada también del Homo erectus/Homo
ergaster a través del eslabón conocido como Homo heidelbergensis. El
neandertal coexistió con el Homo
sapiens y quizá terminó extinguido por la competencia con nuestra
especie. Si existió algún mestizaje entre ambas especies, el aporte a la
especie humana actual ha sido, en lo genético, inferior al 5% (un arqueólogo y
paleoantropólogo que defendía la hipótesis de una fuerte mixogénesis de las dos
especies ha sido descubierto como falsificador de "pruebas"; en
efecto, existe actualmente casi total escepticismo de que ambas especies hayan
sido interfértiles). En cuanto al llamado Hombre de Cro-Magnon corresponde
a las poblaciones de Europa Occidental de la actual especie Homo sapiens.
Homo sapiens
Los parientes vivos más
cercanos a nuestra especie son los grandes simios: el gorila, el chimpancé, el bonobo y el orangután.
Demostración palmaria de este
parentesco es que un mapeo del genoma humano
actual indica que Homo sapiens
comparte casi el 99% de los genes con el
chimpancé y con el bonobo. Para mayor precisión, el genoma de
cualquier individuo de nuestra especie tiene una diferencia de sólo el 0,27%
respecto al genoma de Pan troglodytes
(chimpancés) y de 0,65% respecto al genoma de los gorilas.
Los fósiles más antiguos de Homo sapiens tienen una antigüedad de
casi 200.000 años y
proceden del sur de Etiopía (formación Kibish del río Omo), considerada como la cuna de
la humanidad (véase Hombres de Kibish). A estos
restos fósiles siguen en antigüedad los de Homo sapiens idaltu, con unos
160.000 años.
Algunos datos de genética molecular
concordantes con hallazgos paleontológicos, sostienen que todos los seres
humanos descienden de una misma Eva mitocondrial o E.M.,
esto quiere decir que, según los rastreos del ADNmt - que sólo se transmite a
través de las madres-, toda la humanidad actual
tiene una antecesora común que habría vivido en el noreste de África,
probablemente en Tanzania (dada la
mayor diversidad genética allí) hace entre 150.000 y 230.000 años (ver haplogrupos de ADN mitocondrial humano).
Estudios de los haplogrupos del cromosoma Y humano, concluyen
que por línea paterna hay una ascendencia que llega hasta el Adán cromosómico, el cual habría vivido en el África subsahariana entre hace
60.000 y 90.000 años.
Otros indicios derivados de
muy recientes investigaciones sugieren que la de por sí exigua población de Homo sapiens hace unos 74.000 años se
redujo al borde de la extinción al producirse el estallido del volcán Toba,
según la Teoría de la catástrofe de Toba, volcán
ubicado en la isla de Sumatra, cuyo
estallido ha dejado como rastro el lago Toba. Tal
erupción-estallido tuvo una fuerza 3.000 veces superior a la erupción del Monte Santa Helena en 1980.
Esto significó que gran parte del planeta se vio cubierto por nubes de ceniza
volcánica que afectaron negativamente a las poblaciones de diversas especies
incluidas la humana. Según esta hipótesis llamada entre la comunidad científica
Catástrofe de Toba, la
población de Homo sapiens
(entonces toda en África; la primera migración fuera de África fue en torno al
año 70.000 ac) se habría reducido a sólo alrededor de 1000 individuos. Si esto es
cierto, significaría que el 'pool' genético de la especie se habría restringido
de tal modo que se habría potenciado la unidad genética de la especie humana.
No todos están de acuerdo con
esa datación. Después de analizar el ADN de personas de todas las regiones del
mundo, el genetista Spencer Wells sostiene
que todos los humanos que viven hoy descienden de un solo individuo que vivió
en África hace unos
60.000 años.
Por todo lo antedicho queda demostrado el monogenismo de la especie humana y,
consecuentemente, descartado el poligenismo, que servía
de "argumento" a teorías racistas.
Migraciones prehistóricas de Homo sapiens
Junto a los hallazgos
arqueológicos, los principales indicadores de la expansión del ser humano por
el planeta son el ADN mitocondrial y el cromosoma Y, que son
característicos de la descendencia por línea materna y paterna respectivamente.
Los humanos ya habrían
comenzado a salir de África unos 90.000 años antes del presente; colonizando
para esas fechas el levante (Estos restos fósiles han
sido atribuibles a tempranos Homo
sapiens, pero su relación real con los humanos modernos es muy
discutible).
Mapa de la migración humana según estudios del ADN mitocondrial. La leyenda
representa los miles de años desde la actualidad. La línea azul señala la
extensión máxima de los hielos y las áreas de tundra durante la
última gran glaciación.
Australia y Nueva Guinea: la Línea de Wallace no
significó para los Homo sapiens
un límite insuperable para acceder a esta región. La llegada de humanos a
Australia se data hace unos 50.000 años cuando pudieron fabricar rústicas
almadías o balsas de juncos para atravesar el estrecho que separaba a Sahul de la región de la Sonda.
Europa: comenzó a
ser colonizada hace sólo unos 40.000 años, se supone que durante milenios el
desierto de Siria resultaba
una barrera infranqueable desde África hacia Europa, por lo que habría
resultado más practicable una migración costera desde las costas de Eritrea a
las costas yemeníes y de allí al subcontinente indio. La expansión por Europa
coincide con la extinción de su coetáneo de entonces, el hombre de Neandertal.
Oceanía: la
colonización de estas islas más próximas a Eurasia se habría iniciado hace unos
50.000 años, pero la expansión por esta MUG
(macro-unidad geográfica) fue muy lenta y gradual, y hace unos 5.000 años
pueblos austronesios comenzaron
una efectiva expansión por Oceanía, aunque
archipiélagos como el de Hawái y Nueva Zelanda no estaban
aún poblados por seres humanos hace 2.000 o 1.500 años (esto requirió el
desarrollo de una apropiada técnica naval y
conocimientos suficientes de náutica).
América: la llegada del hombre a América, se habría
iniciado hace unos 20.000 o, al menos, 15.000 años, aunque no hay consenso al
respecto. Durante las glaciaciones el nivel de los océanos desciende al grado
que el "Viejo Mundo" y el "Nuevo Mundo" forman un
megacontinente unido por el Puente de Beringia.
Antártida: ha sido la
última MUG descubierta
por el español Gabriel de Castilla (1603), siendo
poblada desde 1904, y con
población nativa desde 1978 (población
chilena).
Los Homininos, primates
bípedos, habrían surgido hace unos 6 ó 7 millones de años en África, cuando
dicho continente se encontró
afectado por una progresiva desecación que redujo las áreas de bosques y selvas. Como
adaptación al bioma de sabana aparecieron
primates capaces de
caminar fácilmente de modo bípedo y
mantenerse erguidos (East Side Story; ) . Más
aún, en un medio cálido y con fuerte radiación ultravioleta e infrarroja algunas de
las mejores soluciones adaptativas son la marcha bípeda y la progresiva
reducción de la capa pilosa, lo que evita el excesivo recalentamiento del
cuerpo. Hace 150.000 años el norte de África volvió a sufrir una intensa
desertización lo cual significó otra gran presión evolutiva como para que se
fijaran los rasgos principales de la especie Homo
sapiens.
Para lograr la postura y
marcha erecta han tenido que aparecer importantes modificaciones:
Cráneo. Para
permitir la bipedestación, el foramen magnum (u orificio
occipital por el cual la médula espinal pasa del
cráneo a la raquis) se ha desplazado; mientras en los simios el foramen magnum
se ubica en la parte posterior del cráneo, en el Homo sapiens (y en sus ancestros
directos) el foramen magnun se ha "desplazado" casi hacia la base del
mismo.
Columna vertebral. La columna vertebral bastante
rectilínea en los simios, en el Homo sapiens y en sus ancestros
bípedos ha adquirido curvaturas que permiten soportar mejor el peso de la parte
superior del cuerpo, tales curvaturas tienen un efecto "resorte". Por
lo demás la columna vertebral ha podido erguirse casi 90º a la altura de la pelvis; si se
compara con un chimpancé se nota que
al carecer este primate de la curva lumbar, su cuerpo resulta empujado hacía
adelante por el propio peso. En la raquis humana el centro de gravedad se ha
desplazado, de modo que el centro de gravedad de todo el cuerpo se sitúa encima
del soporte que constituyen los pies; al tener el Homo sapiens una cabeza relativamente grande el centro de
gravedad corporal es bastante inestable (y hace que al intentar nadar, el
humano tienda a hundirse "de cabeza. Otro detalle; las vértebras humanas son
más circulares que las de los simios, esto les permite soportar mejor el peso
vertical.
Pelvis. La pelvis
se ha debido ensanchar, lo cual ha sido fundamental en la evolución de nuestra
especie. Los huesos ilíacos de la región pelviana en los Homo sapiens (e inmediatos
antecesores) "giran" hacia el interior de la pelvis, esto le permite
soportar mejor el peso de los órganos al estar en posición erecta. La citada
modificación de la pelvis implica una disminución importante en la velocidad
posible de la carrera por parte de los humanos. La bipedestación implica una
posición de la pelvis, que hace
que las crías nazcan "prematuras": en efecto, el parto humano es
denominado ventral acodado ya que existe casi un ángulo recto entre la cavidad
abdominal y la vagina que en el
pubis de la mujer es casi frontal, si en todos los otros mamíferos el llamado
canal de parto es muy
breve, en cambio en las hembras de Homo
sapiens es muy prolongado y sinuoso, esto hace dificultosos los
alumbramientos. Como se verá más adelante, esto ha sido fundamental en la
evolución de nuestra especie.
Piernas. También
para la bipedestación ha habido otros cambios morfológicos muy importantes y
evidentes, particularmente en los miembros y articulaciones. Los miembros inferiores se han
robustecido, el fémur humano se inclina hacia
adentro, de modo que le posibilita la marcha sin necesidad de girar casi todo
el cuerpo; la articulación de la rodilla se ha vuelto casi omnidireccional
(esto es, puede moverse en diversas direcciones), aunque en los monos -por
ejemplo el chimpancé- existe una
mayor flexibilidad de la articulación de la rodilla, lo que
facilita un mejor desplazamiento por las copas de los árboles, es así que
el humano a diferencia de sus parientes más próximos no marcha con las rodillas
dobladas.
Pies. En los
humanos los pies se han
alargado, particularmente en el talón,
reduciéndose algo los dedos del pie y dejando de ser oponible el "pulgar" del
pie (el dedo mayor), en líneas generales el pie ha perdido
casi totalmente la capacidad de aprehensión. Se sabe, en efecto, que el pie
humano ha dejado de estar capacitado para aferrarse (cual si fuera una mano) a
las ramas, pasando en cambio a tener una función importante en el soporte de
todo el cuerpo. El dedo mayor del pie tiene una función vital para lograr el
equilibrio de los homininos durante la
marcha y la postura erecta; en efecto, el pulgar del pie de un chimpancé es transversal,
lo que permite al simio aferrarse más fácilmente de las ramas, en cambio el
"pulgar" del pie humano, al estar alineado, facilita el equilibrio y
el impulso hacia adelante al marchar o correr. Los huesos de los
miembros inferiores son relativamente rectilíneos en comparación con los de
otros primates.
Ventajas y
desventajas de la bipedestación
Es evidente que la gran
cantidad de modificaciones anatómicas que condujeron del cuadrupedismo al
bipedismo requirió una fuerte presión selectiva. Se ha discutido mucho sobre la
eficacia e ineficacia de la marcha bípeda comparada con la cuadrúpeda. También
se ha notado que ningún otro animal de los que se adaptaron a la sabana al final de
Mioceno desarrolló
una marcha bípeda. Hemos de tener en cuenta que partimos de homínidos con un
tipo de desplazamiento cuadrúpedo poco eficaz para largos desplazamientos en
terreno abierto: el modo en que se desplazan los chimpancés, apoyando la
segunda falange de los dedos de las manos no puede
compararse a la marcha cuadrúpeda de ningún otro mamífero. Los
primeros homínidos de sabana probablemente se vieron obligados a desplazarse
distancias considerables en campo abierto para alcanzar grupos de árboles
situados a distancia. La marcha bípeda pudo ser muy eficaz en estas condiciones
ya que:
Permite otear el horizonte por
encima de la vegetación herbácea en busca de árboles o depredadores.
Permite transportar cosas
(como comida, palos, piedras o crías) con las manos, liberadas de la función
locomotora.
Es más lenta que la marcha
cuadrúpeda, pero es menos costosa energéticamente, lo que debería ser
interesante para recorrer largas distancias en la sabana, o en un hábitat más
pobre en recursos que la selva.
Expone menos superficie al sol
y permite aprovechar la brisa, lo que ayuda a no recalentar el cuerpo y ahorrar
agua, cosa útil en un hábitat con escasez del líquido elemento.
Hace años se argumentó que la
liberación de las manos por parte de los primeros homínidos bípedos les
permitió elaborar armas de piedra para cazar, lo cual habría sido el principal
motor de nuestra evolución. Hoy está claro que la liberación de las manos (que
se produjo hace más de 4 millones de años) no está ligada a la fabricación de
herramientas, que aconteció unos 2 millones de años después, y que los primeros
homininos no eran cazadores y que a lo sumo comían carroña esporádicamente
Pero la bipedestación trajo
una desventaja en la reproducción, ya que el
hecho de pasar del cuadrupedismo al bipedismo conllevó un cambio anatómico de
las caderas, con gran
reducción del canal del parto que hacia más difícil y doloroso el alumbramiento, tal como
se demuestra cuando se compara la cadera de un chimpancé promedio
con la de un Australopithecus como Lucy, quienes
además presentan un tamaño de cerebro similar.
Aspectos
morfológicos
Diferencias
con otros primates
Cuando los ancestros del Homo sapiens y otros muchos primates
vivían en selvas comiendo frutos, bayas y hojas, abundantes en vitamina C, pudieron
perder la capacidad genética, que tiene la mayoría de los animales, de
sintetizar en su propio organismo tal vitamina. Tales pérdidas durante la
evolución han implicado sutiles pero importantes determinaciones: cuando las
selvas originales se redujeron o, por crecimiento demográfico, resultaron
superpobladas, los primitivos homininos (y luego los humanos) se vieron
forzados a recorrer importantes distancias, migrar, para obtener nuevas fuentes
de nutrientes (por ejemplo de la citada vitamina C).
Todos los cambios reseñados
han sucedido en un periodo relativamente breve (aunque se mida en millones de
años), esto explica la susceptibilidad de nuestra especie a afecciones en la
columna vertebral y en la circulación sanguínea y linfática.
Liberación
de los miembros superiores
La postura bípeda dejó libres
los miembros superiores que ya no tienen que cumplir la función de patas
(excepto en los niños muy pequeños) ni la de braquiación, es decir,
el desplazamiento de rama en rama con los brazos, aun cuando la actual especie
humana, de la cintura hacia arriba mantenga una complexión de tipo arborícola.
Esta liberación de los
miembros superiores fue, en su inicio, una adaptación óptima al bioma de sabana;
al marchar bípedamente y con los brazos libres, los ancestros del hombre podían
recoger más fácilmente su comida; raíces, frutos, hojas, insectos, huevos,
reptiles pequeños, roedores y carroña; en efecto, muchos indicios hacen suponer
como probable que nuestros ancestros fueran en gran medida carroñeros y, dentro
del carroñeo, practicaran la modalidad llamada cleptoparasitismo, esto es,
robaban las presas recién cazadas por especies netamente carnívoras; para tal
práctica, nuestros ancestros debían haber actuado en bandas, organizadamente.
Los miembros superiores,
siempre en relación con otras especies, se han acortado. Estos miembros
superiores al quedar liberados de funciones locomotoras, se han podido
especializar en funciones netamente humanas. El pulgar oponible es una
característica heredada de los primates más antiguos, pero si en éstos la
función principal ha sido la de aferrarse a las ramas y en segundo lugar aprehender
las frutas o insectos que servían de alimento, en la línea evolutiva que
desemboca en nuestra especie la motilidad de la mano, y en particular de los
dedos de ésta, se ha hecho gradualmente más precisa y delicada lo que ha
facilitado la elaboración de artefactos; aún (junio de 2005) no se tiene
conocimiento respecto al momento en que la línea evolutiva comenzó a crear
artefactos, es seguro que hace ya más de 2 millones de años Homo
habilis/Homo
rudolfensis realizaba toscos instrumentos que utilizaba asiduamente (en todo caso,
los chimpancés, en estado silvestre, confeccionan "herramientas" de
piedra, madera y hueso muy rudimentarias). El desarrollo de la capacidad de pronación en la articulación de la
muñeca también ha sido importantísimo para la capacidad de elaborar artefactos.
Visión
El humano hereda de los prosimios la visión
estereoscópica y pancromática (la capacidad de ver una amplia tonalidad de los
colores del espectro visible); los ojos en la parte
delantera de la cabeza posibilitan la visión estereoscópica (en tres
dimensiones), pero si esa característica surge en los prosimios como una
adaptación para moverse mejor durante la noche o en ambientes umbríos como los
de las junglas, en Homo sapiens tal función cobra otro valor;
facilita la mirada a lontananza, el otear horizontes, en este aspecto la visión es bastante
más aguda en los humanos que en los otros primates y en los prosimios. Esto
facilitará el hecho por el cual Homo
sapiens sea un ser altamente visual (por ejemplo las comunicaciones
mediante la mímica), y facilitará asimismo lo imaginario.
Especialización
Pese al conjunto de
modificaciones morfológicas antes reseñadas, desde el punto de vista de la
anatomía comparada, llama la atención una cuestión: Homo sapiens es un animal relativamente poco especializado. En
efecto, gran parte de las especies animales ha logrado algún tipo de
especialización anatómica (por ejemplo los artiodáctilos poseen pezuñas que les
permiten correr en las llanuras despejadas), pero las especializaciones, si
suelen ser una óptima adaptación a un determinado bioma, conllevan
el riesgo de la desaparición de la especie especializada y asociada a tal bioma si éste se
modifica.
La ausencia de tales
especializaciones anatómicas ha facilitado a los humanos una adaptabilidad
inusitada entre las demás especies de vertebrados para
adecuarse a muy diversas condiciones ambientales.
Más aún, aunque parezca
paradójico, Homo sapiens tiene
características neoténicas. En efecto,
la estructura craneal de un Homo
sapiens adulto se aproxima más a la de la cría de un chimpancé que a la
de un chimpancé adulto: el rostro es achatado ("ortognato" o de
"bajo índice facial") y es casi inexistente el torussupraorbitario (en la humanidad
actual apenas se encuentran vestigios de torus
en las poblaciones llamadas australoides). De otro modo se puede decir que los
arcos superciliares de Homo sapiens
son "infantiles", delicados, el rostro aplanado o ligeramente
prognato.
Homo
sapiens es, por su anatomía, un animal muy vulnerable si se encuentra en
condiciones naturales.
Asociado al hecho por el cual
morfológicamente el ser humano tenga características que le aproximan a las de
un chimpancé "niño" se encuentra el 'ortognatismo' y esto quiere
decir, entre otras cuestiones, que los dientes de Homo sapiens son relativamente
pequeños y poco especializados, las mandíbulas, por esto,
se ha abreviado y hecho más delicadas, falta además el diastema o espacio
en donde encajan los colmillos. La
debilidad de las mandíbulas humanas las hace casi totalmente inútiles para la
defensa a mordiscos ante un predador y, asimismo, son muy deficientes para
poder consumir gran parte del alimento en su estado natural, lo que es uno de
los muchos déficits corporales que llevan al humano a vivir en una sociedad
organizada.
Tabla comparativa
de las diferentes especies del género Homo
Los nombres en negrita indican la existencia de numerosos registros
fósiles.
Especies
|
Distribución
|
Altura de adulto (m)
|
Masa de adulto (kg)
|
Volumen craneal (cm³)
|
Registro fósil
|
Descubrimiento /
publicación del nombre |
|
2.5–1.4
|
África
oriental
|
1.0–1.5
|
30–55
|
600
|
Varios
|
1960/1964
|
|
1.9
|
Kenia
|
1
cráneo
|
1972/1986
|
||||
1.8–1.6
|
Georgia
|
600
|
Escasos
|
1999/2002
|
|||
1.9–1.25
|
Este y
Sur de África
|
1.9
|
700–850
|
Varios
|
1975
|
||
2–0.3
|
África,
Eurasia (Java, China, Vietnam, Caucaso)
|
1.8
|
60
|
900–1100
|
Varios
|
1891/1892
|
|
0.8
|
Italia
|
1 copa
craneal
|
1994/2003
|
||||
0.8–0.35
|
España,
Inglaterra
|
1.75
|
90
|
1000
|
Tres
sitios
|
1994/1997
|
|
0.6–0.25
|
Europa,
África
|
1.8
|
60
|
1100–1400
|
Varios
|
1907/1908
|
|
0.3–0.12
|
Zambia
|
1300
|
Muy
pocos
|
1921
|
|||
0.23–0.024
|
Europa,
Asia Occidental
|
1.6
|
55–70
(complexión fuerte)
|
1200–1700
|
Varios
|
1829/1864
|
|
0.25–presente
|
Mundial
|
1.4–1.9
|
55–100
|
1000–1850
|
Todavía
vive
|
—/1758
|
|
0.16
|
Etiopía
|
1450
|
3
cráneos
|
1997/2003
|
|||
0.10–0.012
|
Indonesia
|
1.0
|
25
|
400
|
7
individuos
|
2003/2004
|
Aparición
del lenguaje simbólico
Hablar de la aparición del lenguaje humano,
lenguaje simbólico, por lógica parecería implicar que hay que hablar
previamente de la cerebración,
y eso es bastante cierto, pero el lenguaje humano simbólico tiene sus
antecedentes en momentos y cambios morfológicos que son previos a cambios
importantes en la estructura del sistema nervioso central. Por
ejemplo, los chimpancés pueden
realizar un esbozo primario de lenguaje simbólico basándose en la mímica (de un modo
semejante a un sistema muy simple de comunicación para sordomudos).
Ahora bien, el lenguaje
simbólico por excelencia es el basado en los significantes acústicos,
y para que una especie tenga la capacidad de articular sonidos discretos, se
requieren más innovaciones morfológicas, algunas de ellas muy probablemente
anteriores al desarrollo de un cerebro lo suficientemente complejo como para
pensar de modo simbólico. En efecto, observemos la orofaringe y la laringe: en los mamíferos, a
excepción del humano, la laringe se encuentra en la parte alta de la garganta, de modo
que la epiglotis cierra la tráquea de un modo
estanco al beber e ingerir comida. En cambio, en Homo sapiens, la laringe se ubica más abajo, lo que permite a
las cuerdas
vocales la producción de sonidos más claramente diferenciados y variados, pero
al no poder ocluir completamente la epiglotis, la respiración y la ingesta
deben alternarse para que el sujeto no se ahogue. El acortamiento del prognatismo que se
compensa con una elevación de la bóveda palatinafacilitan el
lenguaje oral. Otro elemento de relevante importancia es la posición y
estructura del hioides, su
gracilidad y motilidad permitirán un lenguaje oral lo suficientemente
articulado.
Estudios realizados en la Sierra de Atapuerca (España) evidencian
que Homo antecesor, hace unos 800.000 años, ya
tenía la capacidad, al menos en su aparato fonador, para emitir un lenguaje
oral lo suficientemente articulado como para ser considerado simbólico, aunque
la consuetudinaria fabricación de utensilios (por toscos que fueran) por parte
del Homo habilis hace unos 2 millones de años,
sugiere que en éstos ya existía un lenguaje oral articulado muy rudimentario
pero lo suficientemente eficaz como para transmitir la suficiente información o enseñanza
para la confección de los toscos artefactos.
Además de todas las
condiciones recién mencionadas, imprescindibles para la aparición de un lenguaje
simbólico, se debe hacer mención de la aparición del genFOXP2 que resulta básico para la
posibilidad de tal lenguaje y del pensamiento simbólico, como se verá a
continuación.
Cerebración
La cerebración y la
corticalización son temas que requieren, por sí solos, artículos propios, dado
el alcance y la importancia de dichos procesos. Aquí importa comentar de lo
mínimo indispensable para comprender la evolución humana.
La cerebración tanto como la
corticalización son fenómenos biológicos muy anteriores a la aparición de los
homínidos, sin embargo en éstos, y en especial en Homo sapiens, la cerebración y la corticalización adquieren un
grado superlativo (hasta el punto que Theilard de Chardin enunció una
curiosa teoría, la de la noósfera y noogénesis, esto es:
teoría del pensar inteligente, que se basa en la evolución del cerebro).
El cerebro de Homo sapiens, en relación a la masa
corporal, es uno de los más grandes. Más llamativo es el consumo de energía metabólica
(por ejemplo, la producida por la "combustión" de la glucosa) que
requiere el cerebro: un 20% de toda la energía corporal, y aun cuando la
longitud de los intestinos humanos evidencian los problemas que se le
presentan.
En Homo sapiens el volumen oscila entre los 1.200 a 1.400 cm3,
siendo el promedio global actual de 1.350 cm3; sin embargo no basta
un incremento del volumen, sino cómo se dispone; esto es: cómo está dispuesta
la "estructura" del sistema nervioso central y del cerebro en
particular. Por término medio, los Homo
neanderthalensis pudieron haber tenido un cerebro de mayor tamaño que el
de nuestra especie, pero la morfología de su cráneo demuestra que la estructura
cerebral era muy diferente: con escasa frente, los neandertalenses tenían poco
desarrollados los lóbulos frontales y, en
especial, muy poco desarrollada la corteza prefrontal. El cráneo
de Homo sapiens no sólo tiene
una frente prominente sino que es también más alto en el occipucio (cráneo muy
abovedado), esto permite el desarrollo de los lóbulos frontales. De todos los
mamíferos, Homo sapiens es el
único que tiene la faz ubicada bajo los lóbulos frontales.
Sin embargo, aún más importante
para la evolución del encéfaloparecen
haber sido las mutaciones en el
posicionamiento del esfenoides.
Se ha hecho mención en el
apartado dedicado a la aparición del lenguaje articulado de la importancia del genFOXP2; dicho gen es el encargado
del desarrollo de las áreas del lenguaje y de las áreas de síntesis (las áreas
de síntesis se encuentran en la corteza cerebral de los
lóbulos frontales). El aumento del cerebro y su especialización permitió la
aparición de la llamada lateralización, o sea, una diferencia muy importante
entre el hemisferio izquierdo y el hemisferio derecho del
cerebro. El hemisferio izquierdo tiene desarrollado en su corteza áreas
específicas que posibilitan el lenguaje simbólico basado en significantes
acústicos: el área de Wernicke y el área de Broca.
Es casi seguro que ya hace
200.000 años los sujetos de la especie Homo
sapiens tenían un potencial intelectual equivalente al de la actualidad,
pero para que se activara tal potencial tardaron milenios: el primer registro
de conducta artística conocido se data hace sólo unos 75.000 años, los primeros
grafismos y
expresiones netamente simbólicas fuera del lenguaje hablado se datan hace sólo
entre 40.000 y 35.000 años. Las primeras escrituras (" memoria segunda"
como bien les llamara RolandBarthes) datan de
hace entre 5.500 ó 5.000 años, en el Valle del Nilo ó en la Mesopotamia asiática.
Se ha dicho, también líneas
antes, que Homo sapiens
mantiene características de estructura craneal "primitivas" ya que
recuerdan a las de un chimpancé infantil;, en efecto, tal morfología es la que
permite tener la frente sobre el rostro y los lóbulos frontales desarrollados.
La cabeza de Homo sapiens, para contener tal
cerebro, es muy grande; aún en el feto y en el neonato, razón
principal por la cual los partos son
difíciles, sumada a la disposición de la pelvis.
Una solución parcial a esto es
la heterocronía: el neonato
humano está muy incompletamente desarrollado en el momento del parto; puede
decirse (con algo de metáfora) que la gestación en el ser humano no se restringe a los ya de por sí prolongados nueve
meses intrauterinos, sino que se prolonga extrauterinamente hasta, al menos,
los cuatro primeros años; en efecto, el infante está
completamente desvalido durante años, tan es así que, que entre los 2 a 4 años
es cuando tiene lo suficientemente desarrolladas las áreas visuales del cerebro
como para tener una percepción visual de su propio ser (Estadio del espejo descubierto
por Jacques
Lacan en la década
de 1930). Ahora bien, si Homo sapiens
tarda mucho en poder tener una percepción plena de su imagen corporal es
interesante saber que es uno de los pocos animales que se percibe al ver su
imagen reflejada (sólo se nota esta capacidad en bonobos, chimpancés, y si acaso
en gorilas, orangutanes, delfines y elefantes).
Tal es la prematuración de Homo sapiens, que mientras un
chimpancé neonato tiene una capacidad cerebral de un 65% de la de un chimpancé
adulto, o la capacidad de Australopithecusafarensis era en el
parto de un 50% respecto a la de su edad adulta, en Homo sapiens 'bebé' tal capacidad no supera al 25% de la
capacidad que tendrá a los 45 años (a los 45 años aproximadamente es cuando se
desarrolla totalmente el cerebro humano).
Pero no basta el desarrollo cronológico.
Para que el cerebro humano se "despliegue" -por así decirlo- o
desarrolle requiere de estimulación y afecto; de otro modo la organización de
algunas de las áreas del cerebro puede quedar atrofiada.
Cuadro
sinóptico de la evolución humana
Edad
|
Tiempo (absoluto)
|
Australopitecinos
(África)
|
Homo en África
|
Homo en Europa
|
Homo en Asia
|
Cultura
|
|
(reciente)
|
Actualidad
11.700 |
H. sapiens
|
H. sapiens
|
Neolítico a actualidad
(Escritura, ...) |
|||
11.700
126.000 |
H. sapiens
(195.000-act.) |
||||||
126.000
781.000 |
H. erectus
(1,8 Ma-250.000) |
||||||
781.000
1,8 Ma |
|||||||
1,8 Ma
2,59 Ma |
A. sediba
(1,95-1,78 Ma) P. robustus (2,0-1,2 Ma) P. boisei (2,3-1,2 Ma) P. aethiopicus (2,6-2,2 Ma) A. garhi (2,5 Ma) A. africanus (3-2,5 Ma) |
Olduvayense
(Industria lítica) |
|||||
2,59 Ma
3,6 Ma |
A. africanus
(3-2,5 Ma)Kenyanthropusplatyops (3,5 Ma) A. bahrelghazali (3,58 ± 0,27 Ma) A. afarensis (4-2,7 Ma) |
||||||
3,6 Ma
5,33 Ma |
Futuro de la
evolución humana
Una línea del pensamiento asegura
que la especie humana ha dejado de evolucionar. La razón que plantea es que los
avances en la ciencia ahora permiten sobrevivir a personas que de otra forma
habrían muerto (eliminación de la presión selectiva), y también
permiten una movilidad a nivel global, diluyendo cualquier novedad genética en
una población tan grande (eliminación de la deriva genética).
Sin embargo, existen otras
posturas que consideran que son precisamente los adelantos tecnológicos los que
impulsan actualmente la evolución humana. Por una parte, se ha propuesto que el
entorno actual favorece la reproducción de las
personas inteligentes, independientemente de su fuerza física o su estado de
salud. Además, es posible que la ingeniería genética humana permita
seleccionar las características genéticas de la descendencia. Por otra parte,
también se ha propuesto que en el futuro la tecnología posibilite a las
personas vivir como seres digitales dentro de cuerpos artificiales.
CONCLUSIONES
Concluyendo de todo este tan extenso desarrollo temático, no podemos dejar
de mencionar, que cuando en una sociedad
como la nuestra se habla cotidianamente de la Prehistoria,
inmediatamente se presentan a la vista una serie de confusiones, ya que hay una
gran gama de frases acuñadas y utilizadas sin un previo razonamiento que
contribuye a tan mencionada situación.
Frases como por ejemplo “La Historia es la maestra de la vida” , “La Historia
es un arte” , o “La Historia de la humanidad es la Historia de los grandes
hombres”, estas se podrían repetir tantas veces como
fuentes o libros consultemos.
Pero sin embargo ay que tener en cuenta que lo primordial que tenemos que entender en cuestión a este tema, es que a la Prehistoria ay que
entenderla, como el periodo cronológico de la Humanidad que va desde la
aparición del ser humano hasta los primeros textos escritos, o bien como
Disciplina Científica que estudia este periodo histórico, siendo a la vez la
fase inicial en el proceso de evolución de un fenómeno o una ciencia o periodo
en que sale a brote un movimiento de tipo social.
En sí, concluyendo con esto, no podemos dejar de mencionar que todo esto
tiene gran importancia en la Humanidad, para sacar conclusiones del porqué de
muchas otras cosas, no se nos olvide que, a partir del material empleado para
la construcción de los utensilios, la Prehistoria se divide en Edad de Piedra y
Edad de los Metales, la primera comprende el periodo paleolítico inferior,
medio y superior, epipaleolítico, mesolítico y neolítico, y que loa Edad de los
metales se inicia con un periodo de transición, eneolítico o calcolítico,
seguido de las edades del Bronce y del Hierro, aunque también ay que subrayar
en esto, que para algunos autores la edad de los metales, es ya hablar de
Protohistoria, y nosotros concluimos que para no hacernos tanto enredo en este
tan extenso tema, es que a la Protohistoria ay que entenderlo mejor como el Periodo
de la Historia de la Humanidad y que fue subsiguiente a la Prehistoria, ya que
solamente así estaremos en condiciones de valorar adecuadamente ideas como las
que se señalan, en este ensayo. En cuestión al trabajo de la transformación del
mono en Hombre, Darwin nos ha dado una descripción aproximada de estos
antepasados nuestros. Estaban totalmente cubiertos de pelo, tenían barba,
orejas puntiagudas, vivían en los árboles y formaban manadas, Por esto es de
suponer que como consecuencia directa de su género de vida, por el que las
manos al trepar, tenían que desempeñar funciones distintas a las de los pies,
estos monos se fueron acostumbrando a prescindir de ellas al caminar por el
suelo, y empezaron a adoptar más y más una posición más erecta, siendo esto el
paso decisivo para el transito del mono al hombre.
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